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El Pintor, el Dragón, y el Titán


Hubo una vez un pintor que en uno de sus viajes quedó tan perdido por el mundo que fue a dar a la guarida de un dragón. Éste, nada más verle, rugió feroz por haberle molestado en su cueva.

- ¡Nadie se atreve a entrar aquí y salir vivo!

El pintor se disculpó y trató de explicarle que se había perdido. Le aseguró que se marcharía sin volver a molestarle, pero el dragón seguía empeñado en aplastarle.

- Escucha dragón. No tienes por qué matarme, igual puedo servirte de ayuda.

- ¡Qué tonterías dices enano! ¿cómo podrías ayudarme tú, que eres tan débil y pequeñajo? ¿Sabes hacer algo, aunque sólo sea bailar? ¡ja, ja,ja,ja!

- Soy un gran pintor. Veo que tus escamas están un poco descoloridas y, ciertamente, creo que con una buena mano de pintura podría ayudarte a dar mucho más miedo y tener un aspecto mucho más moderno...

El dragón se quedó pensativo, y al poco decidió perdonar la vida al pintor si se dedicaba como esclavo suyo a pintarle y decorarle a su gusto.

El pintor cumplió con su papel, dejando al dragón con un aspecto increíble. Al dragón le gustó tanto, que a menudo le pedía al pintor nuevos cambios y retoques, al tiempo que le trataba mucho mejor, casi como a un amigo. Pero por mucho que el pintor se lo pidiera, no estaba dispuesto a dejarle libre, y le llevaba con él a todas partes.

En uno de sus viajes el pintor y el dragón llegaron a una gran montaña. Estaban recorriéndola cuando se dieron cuenta de que la montaña se movía... y comenzó a rugir con un ruido tal que dejó al dragón medio muerto de miedo. Aquella montaña era en realidad un gigantesco titán, que se sintió tan enfandado y ofendido por la presencia del dragón, que aseguró que no pararía hasta aplastarlo.
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