Hace mucho, mucho tiempo, hubo un mago que por casualidad inventó un hechizo un poco tonto, capaz de dar a quien lo recibiera una dentadura perfecta. Como no sabía qué hacer con aquel descubrimiento, decidió utilizarlo con uno de sus sapos.
El sapo se transformó en un sonriente y alegre animal, que además de poder comer de todo, comenzó también a hablar.
- Estoy encantado con el cambio- repetía el sapo con orgullo- prefiero mil veces las dulces golosinas que seguir comiendo sucias y asquerosas moscas.
Viendo el ragalo tan maravilloso que suponía aquella dentadura para el sapo, y el poco cuidado al elegir sus comidas, el mago no dejaba de repetirle:
- Cuida tus dientes, Sapo. Lávalos y no dejes que se enfermen ni tengan caries. Y sobre todo no comas tantas golosinas...
Pero Sapo no hacía mucho caso: pensaba que su dentadura era demasiado resistente como para tener que lavarla, y las golosinas le gustaban tanto que ni intentaba