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Historias Infantiles: La araña y la viejecita



En una casita, en lo alto de una montaña, vivía hace tiempo una viejecita muy buena y cariñosa.

Tenía el pelo blanco y la piel de su cara era tan clara como los rayos del sol.

Estaba muy sola y un poco triste, porque nadie iba a visitarla.

Lo único que poseía era un viejo baúl y la compañía de una arañita muy trabajadora, que siempre le acompañaba cuando tejía y hacía labores.

La pequeña araña, conocía muy bien cuando la viejecita era feliz y cuando no.

Desde muy pequeña la observaba y había aprendido tanto de ella que pensó que sería buena idea intentar que bajara al pueblo para hablar con los demás. Así aprenderían todo lo que ella podía enseñarles.

Ella les enseñaría a ser valientes cuando estén solos, a ser fuertes para vencer los problemas de cada día y algo muy, muy importante a crear ilusiones, sueños, fantasías.

Las horas pasaban junto a la chimenea y las dos se entretenían bordando y haciendo punto.

La viejecita, apenas podías sostener las madejas y los hilos en sus brazos.

¡Qué cansada me siento!, ¡Me pesan mucho estas agujas!. Decía la ancianita.

La arañita, la mimaba y la sonreía.

Un día, la araña, pensó que ya había llegado el momento de poner en práctica su idea.

¿Sabes, lo que haremos?. ¡Iremos al mercado a vender nuestras labores!. ¡Así, ganaremos dinero y podremos ver a otras personas y hablar con ellas!.

La anciana no estaba muy convencida.

¡Hace mucho tiempo que no hablo con nadie!. Dijo: la anciana.

¿Crees que puede importarle a alguien lo que yo le diga?.

¡Claro que sí!. ¡Verás como nos divertimos!.

Se pusieron en marcha, bajaron despacito, como el que no quiere perder ni un minuto de la vida.

Iban admirando el paisaje, los árboles, las flores y los pequeños animalitos que veían por el camino.

Llegaron al mercado y extendieron sus bordados sobre una gran mesa.

Todo el mundo se paraba a mirarlos. ¡Eran tan bonitos!.

La gente les compró todo lo que llevaban. ¡Además hicieron buenos amigos!.

Enseguida, los demás, se dieron cuenta de la gran persona que era la viejecita y le pedían consejo sobre sus problemillas.

Al principio, le daba un poco de vergüenza que todo el mundo, la preguntara cosas. Pero poco a poco descubrió el gran valor que tienen las palabras y cómo muchas veces una palabra ayuda a superar las tristezas.

Palabras llenas de cariño como:

¡Animo, adelante, puedes conseguirlo!. ¡Confía en ti, cree en ti!.

Ella también aprendió ese día, que las cosas que sentimos en el corazón, debemos sacarlas fuera, quizá los otros puedan aprovecharlas para su vida.

La arañita le decía a la anciana: ¡Deja volar tus sentimientos, se alegre, espontánea, ofrece siempre lo mejor de ti!.

La viejecita y la araña partieron hacia su casita de la montaña.

Siguieron haciendo bordados y bordados.

Trabajaban mucho y cuando llegaba la noche la araña se iba a su rinconcito a dormir. La anciana se despedía de ella y le decía: ¡Gracias por ser mi amiga!.

¡Un amigo, es más valioso que joyas y riquezas, llora y ríe contigo y también sueña!.

Mientras sentía estos pensamientos, la viejecita se iba quedando dormida, sus ojos cansados se cerraron y la paz brilló en su cara.

La luna les acompañaba e iluminaba la pequeña casita y nunca, nunca estaban solas. Más allá, muy lejos, sus seres queridos velaban sus sueños.

Historia Infantil: Aprobado más dos


- Socorro, socorro - grita huyendo un pobre Diez.

- ¿Qué hay?¿Qué te pasa?

- Pero es que no lo veis? Me persigue una Resta. Si me alcanza estoy perdido.

- Anda, perdido ...

Dicho y hecho: la Resta ha atrapado al Diez y le salta encima repartiendo estocadas con su afiladísima espada. El pobre Diez pierde un dedo, y luego otro. Afortunadamente para él pasa un coche extranjero así de largo; la Resta se vuelve un momento para ver si conviene acortarlo y el buen Diez puede tomas las de Villadiego, desapareciendo por un portal. Pero ahora ya no es un Diez: sólo es un Ocho, y además le sangra la nariz.

- Pobrecito, ¿qué te han hecho? Te has peleado con tus compañeros, ¿verdad?

"Mi madre, ¡sálvese quien pueda!", se dice el Ocho.

La vocecilla es dulce y compasiva, pero se trata de la División en persona. El desafortunado Ocho balbucea "buenas tardes" con voz débil e intenta volver a la calle, pero la división es más ágil y de un solo tijeretazo, ¡zas!, lo corta en dos trozos: Cuatro y Cuatro. Uno se lo mete en el bolsillo, pero el otro aprovecha la ocasión para escapar, regresa corriendo a la calle y sube a un tranvía.

- Hace un momento eras un Diez - llora -, y ahora, miradme. ¡Un Cuatro!

Los estudiantes se alejan precipitadamente; no quieren saber nada con él. El tranviario murmura:

- Ciertas personas deberían tener por lo menos el buen sentido de ir a pie.

- ¡Pero no es culpa mía! - grita entre sollozos el ex Diez.

- Sí, claro, la culpa es del gato. Todos dicen lo mismo.

El cuatro baja en la primera parada, colorado como un sillón colorado.

¡Ay! Ha hecho otra de las suyas: ha pisado a alguien.

- ¡Disculpe, disculpe, señora!

Pero la señora no se ha enfadado; es más, sonríe. Vaya, vaya, ¡si es ni más ni menos que la Multiplicación! Tiene un corazón así de grande y no soporta ver infelices a los demás: se sienta y multiplica al Cuatro por tres y he aquí un magnífico Doce, listo para contar una docena de huevos completa.

- ¡Viva - grita el Doce -, estoy aprobado! Aprobado más dos.

Fin.


Autor: Giani Rodari

Historia Infantil: ANTE LA LEY


Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.

El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene mas esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.

Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea para sobornar al guardián. Este

acepta todo, en efecto, pero le dice:

-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.

Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para si . Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer

hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.

-¿Qué quieres saber ahora?-pregunta el guardián-. Eres insaciable.

-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley-dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para tí. Ahora voy a cerrarla.

Autor: FRANZ KAFKA

Cuentos Infantiles Cristianos: Almuerzo con Dios


Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabia que era un largo viaje hasta donde Dios vive, así que empacó su maleta con pastelillos y refrescos, y empezó su jornada.

Cuando había caminado como tres cuadras, se encontró con una mujer anciana. Ella estaba sentada en el parque, solamente ahí parada contemplando algunas palomas.

El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.

Ella agradecida aceptó el pastelillo y sonrió al niño. Su sonrisa era muy bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció uno de sus refrescos.

De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado!

El se quedó toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos dijo nunca una sola palabra, mientras oscurecía, el niño se percató de lo cansado que estaba, se levantó para irse, pero antes de seguir sobre sus pasos, dio vuelta atrás, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo.

Ella, después de abrazarlo le dio la más grande sonrisa de su vida.

Cuando el niño llegó a su casa, abrió la puerta. Su madre estaba sorprendida por la cara de felicidad. Entonces le preguntó:

-Hijo, ¿qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?

El niño contestó:

-¡Hoy almorcé con Dios!...

Y antes de que su madre contestara algo, añadió: -¿Y sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más hermosa que he visto!

Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz en su cara, y preguntó:

-Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz? La anciana contestó:

-¡Comí con Dios en el parque!... Y antes de que su hijo respondiera, añadió:

-¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba!

Fin

Cuentos para Niños: A veces la amistad es suficiente


De pronto enfermaste y no supe porque. Yo era tu protector y falle. Desde el principio debí protegerte y no se como esto empezó. Desde que naciste estuve a tu lado. En las buenas y las malas te acompañe, aunque nunca lo supiste. Aunque a veces creo que lo sospechaste y que de alguna manera te enteraste. Ahora yaces en cama, enferma. Sintiendo tu vida escapar de tu ser. Los médicos no saben que tienes. Yo tampoco y por eso mi desesperación. La luz de tu vida se apaga. Tus fuerzas parecen escapar de tí. Te han hecho estudios de todo y nadie explica ni dice lo que quiero saber. ¿Qué tienes? ¿Y si vas a estar bien?

He hecho todo lo que puedo, todo lo que esta a mi alcance. Tome mi poder y esperanza y la transforme en fuerza y te la di. La fuerza que te di escapo y se esfumo, tu cuerpo no la retuvo. Es como si tu misma la hubieras rechazado. Brille y con mi luz tu cuerpo bañe. Con luz y esperanza te envolví, para devolverle la chispa a tu vida. Pero aunque brille y brille durante días, no restaure tu luz. Fue como si me hubieras ignorado todo ese tiempo y mi luz nunca te hubiera alcanzado.

"¿Acaso no hay cura? "

Y fue entonces cuando rece. Rece como hacías tu hace tiempo. Antes de enfermar. Puse mis rezos y deseos, las bañe con luz, esperanza y fe y las lance al cielo en forma de estrella. Ve, ve mi dulce estrella ve y llega a tu destino y tu camino no pierdas, dije. Y mi estrella se marcho y ascendió a los cielos.

Esa noche como todas desde que enfermaste estuve a tu lado. Y la respuesta llego. En forma de una blanca y radiante paloma. Tan radiante que parecía hecha de luz. Y ella me dio la respuesta y por fin comprendí que pasaba. La había protegido del mal, pero no de todo los males. Sin haberme dado cuenta deje que tu misma te dejaras morir. Estabas triste y me fije, más tu llanto no escuche y por lo tanto sola te deje. Y la paloma me lo dijo y yo le pregunte: ¿Qué puedo hacer?

Y ella me dijo: ¿A veces con la amistad es suficiente? y se marcho a lo cielos. Al ver al espíritu que purifica el alma comprendí. Siempre fui tu protector más nunca fui tu amigo. Nunca te di la compañía que necesitabas después de que tu madre murió en un accidente, lejos de mi protección ya que mi deber era estar contigo. Su ángel no la protegió, tal vez, porque sabia que era su momento. Y después tu padre no se pudo ocupar de ti. No supo como ser padre y madre al mismo tiempo y con los recursos que contaba te dio una niñera. Una niñera a la que nunca le importaste y aun ahora no tiene tiempo ni cariño para ti. Tu padre y tu niñera te dieron seguridad pero nunca más el amor, el cariño y el tiempo suficiente para ti.

Y yo con sólo dedicarme a protegerte nunca cumplí enteramente con mi misión. Me acerque, me arrodille ante ti. Vi tu tierno rostro. Dulce niña de 6 años. Bella dulzura que enterneces mi corazón. Y con lagrimas en mis ojos, te bese en la mejilla y te pedí perdón. Y luego dije. "¡Quiero ser tu amigo!"

Y te abrace y con mis alas te cubrí y así estuve sin dejarte un sólo momento. De pronto lo pude sentir. Y también lo vi. Tus ojos abriste y sonreíste. Y sentí crecer algo en mi. Y la luz de tu alma y la mía volvieron a brillar. Y tu me preguntaste: "¿Quién eres?

Historias Infantiles: Los Angeles


Erase una vez...

bueno cuando Dios

creo el mundo

creo a Adán y a Eva

porque se sentía solo.

Y creó a unos seres

que llamó "Ángeles"

Luzbel era el más

hermoso de todos,

su nombre significa

Luz bella pero,

tuvo envidia de Adán,

entonces Dios le castigo

creando un lugar

" El infierno "

y le quito las alas

y le envió allí.


FIN

Historias Infantiles: Las Aves Nocturnas


En un reino desconocido para todo el mundo, excepto para los que en él vivían, existía, realmente aún existe, un muchacho joven, vivaracho o con un gran amor hacia la naturaleza, el cuál era siempre acechado por los otros jóvenes de la región que solo pensaban en divertirse.

El joven, llamado Al, era un típico joven de la región, pelo oscuro, tez blanca, ojos café obscuro, estatura mediana, y como en toda historia entre el bien y el mal, existía, o existe, otro joven, quién despreciaba toda la belleza que lo rodeaba, cabe aclarar que Vic era bastante bien parecido, rubio, de ojos azules, con gran personalidad.

Vic era admirado por todas las chicas del reino, excepto por una, Dai.

Y como en toda historia, esta chica era pretendida por Vic.

Dai no tenía preferencia por nadie, pues ella estaba segura que la persona a la que ella amaría llegaría de manera espontanea, pero sabía también que antes de amar a una persona, primero debería admirarla.

Cierto día, en un paseo escolar, los alumnos del alquimista fueron a recorrer los alrededores del reino, escalaron una montaña, el alquimista Roland les dijo que no se aventuraran a las cuevas porque podrían encontrarse en peligro de muerte, ya que por las noches salían aves nocturnas sedientas de sangre.

Obviamente estas prohibiciones no se deben hacer a los adolescentes, porque son invitaciones a desobedecer, ¿o sería un plan con maña de parte de Roland?.

El caso es que Vic, junto con otros chicos y chicas, incluyendo a Dai, se aventuraron en las cuevas, en total fueron 10 chicos curiosos, bueno 11, lo que pasa es que Al decidió ingresar también pero para estudiar esas aves que la gente decía que bebían sangre, ya que cierto día por la mañana, él encontró una de ellas en su balcón, la cuál estaba muriendo, y la verdad que no le pareció tan mala.

Lo cierto de todo esto es que anocheció y de los 11 muchachos solo regresaron 6, los otros 5 quedaron perdidos en la soledad de las cuevas.

Roland tuvo que volver al pueblo e informar al rey lo sucedido.

Por último, el rey tuvo que informar de lo sucedido a su comunidad, quedando 3 familias en la desolación de no saber que ha pasado con sus seres queridos.

Los desaparecidos son: Vic, Dai, Al, Bobe y su hermana Nila.

Mientras tanto en las cuevas, Vic, Dai, Bobe y Nila se encontraban perdidos, asustados y hambrientos, se escondieron al escuchar salir a las aves nocturnas de la cueva; y como sucede en estas situaciones desesperadas, habían empezado a discutir entre ellos; la verdad de las cosas es que Vic había querido impresionar a Dai y la guió, junto con los demás, a lo mas recóndito de las cuevas para después regresarlos a la luz y aparecer como héroe, rescatando a sus compañeros de ese peligroso lugar; el problema es que también se había perdido.

Todo se agravó cuando el grupo de muchachos decidió avanzar y llegó hasta un lugar donde se encontraban los nidos de las aves, las que cuidaban dicho nido, los olfatearon y los empezaron a rodear, a lo que Vic respondió aventándoles piedras,

Historias Infantiles: LAS AVENTURAS DE MEÑIQUÍN


Èrase una vez... un gigante que, al repartir un tesoro con un hechicero muy codicioso, se peleó con él y le amenazó: "¡No ves que podría aplastarte con mi meñique si quisiera! ¡Anda, esfúmate!" Cuando el hachicero se hubo distanciado lo suficiente, lanzó al gigante su maléfica venganza: "¡Abracadabra! ¡Hágase el sortilegio! ¡Que el hijo que tu mujer espera no sea mayor ni crezca más que mi dedo meñique!" Cuando Meñiquín nació, sus progenitores estaban desesperados. 

Les apenaba verlo y tocarlo y, al hablarle, debían susurrar al oído para no romperle los tímpanos. Meñiquín, tan diferente de sus padres, prefería jugar con los pequeños moradores del jardín. Se divertía cabalgando a lomos de un caracol o bailando con una mariquita. Total, que aunque diminuto de talla, era feliz en este mundo en miniatura. Pero un día desapacible, tuvo la mala idea de ir a visitar a una rana amiga suya. 

Apenas había descendido de la hoja que le hacía las veces de barca, un enorme lucio al acecho se lo comió de un solo bocado. Sin embargo, el destino le reservaba una suerte distinta. Al cabo de poco, el lucio mordió el anzuelo de un pescador al servicio del rey y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo delante del cuchillo del cocinero real. 

Tras la sorpresa general, Meñiquín, un poco maltrecho, pero todavía vivo, salió de la barriga del pescado. "Y ahora, ¿que haré de este hombrecito en miniatura?" Se preguntó atónito el cocinero. En esto que tuvo una idea: "¡Haré de él un paje real! Pequeño como es, podré meterlo en la tarta que estoy preparando y, cuando salga del puente levadizo haciendo sonar la trompeta, todo el mundo gritará... ¡milagro! Jamás en la corte había sucedido nada parecido. 

Todos aplaudieron a rabiar la ocurrencia del cocinero, el rey el primero. Este tuvo a bien premiar al artífice del acontecimiento con un saquito de monedas de oro. A Meñiquín la suerte le fue todavía más propicia: sería paje con todos los honores de su rango. Le fue asignado un ratoncillo blanco como montura, un alfiler de oro como espada y, además, obtuvo el privilegio de probar los alimentos que comía el rey. Durante los banquetes se paseaba por la mesa entre los platos y copas, alegrando a todos con el toque de su trompeta. 

Pero, sin saberlo,Meñiquín se había creado un enemigo: el gato, que hasta entonces había sido el favorito del rey, quedó relegado a un segundo lugar, y juró vengarse del intruso tendiéndole una trampa en el jardín. Meñiquín, cuando vio al gato, en vez de huir según lo previsto, montó a lomos del ratoncillo y desenfundó su alfiler de oro al tiempo que ordenaba a su montura: "¡Al ataque!¡Al ataque!" El gato al verse amenazado por tan diminuta espada, huyó vergonzosamente. 

Puesto que no pudo consumar su venganza, pensó emplear la astucia. Fingiendo encontrarse allí por casualidad, aguardó a que el rey subiera la escalera y le susurró: "¡Atención Majestad! ¡Alguien quiere atentar contra su vida!" Y le contó una soberbia mentira: " Meñiquín quiere envenenar vuestra comida. 

Lo sorprendí el otro día en el jardín cogiendo hojas de cicuta, y escuché cómo murmuraba esta terrible amenaza contra vos." El rey, que desde hacía algún tiempo estaba en cama aquejado de fuertes dolores de barriga, por haber ingerido demasiadas cerezas, tuvo el convencimiento de haber sido envenenado, y mandó llamar a Meñiquín. 

El gato, para reforzar su acusación, escondió una hoja de cicuta debajo de la silla de montar del ratoncillo. Meñiquín no se sentía con el estado de ánimo apropiado para poder replicar las acusaciones hechas por el gato, y el rey, ordenó que lo encerraran en un reloj de péndulo. Pasaron las horas y los días hasta que una noche, una mariposa que revoloteaba por la habitación, se percató de que Meñiquín golpeaba el cristal pidiendo ayuda: "¡Sálvame!", gritaba. 

La mariposa, que había estado encerrada mucho tiempo en una caja de cartón, se apiadó de él, y lo liberó. "¡Date prisa! ¡Sal! ¡Sube encima de mí antes de que nos descubran! Te llevaré al Reino de las Mariposas donde todos los habitantes son tan pequeños como tú y enseguida harás amigos." Y así fue. Todavía hoy, si tenéis la ocasión de visitar este reino, veréis el monumento que Meñiquín construyó en honor a la mariposa que lo liberó y dio pie a esta maravillosa aventura.

Historias Infantiles: LAS AVENTURAS DE MANDEVILLE

Historias Infantiles: LAS AVENTURAS DE MANDEVILLE

Cuando era niño mi imaginación íbase tras los inolvidables cuentos de Calleja, que evocaban países maravillosos, con casas de caramelos, ríos de leche y fuentes de vino. A pie juntillas creía estas tonterías y anhelaba porque cualquier día cayese sobre mi casa una lluvia de monedas de oro o cosas por el estilo.

Los palacios de cristal, las paredes cubiertas de brillantes, o los poderosos talismanes, a la manera de la linterna de Aladino, que me pondrían en posesión de todo, eran mis sueños infantiles.

Los años pasaron y con ellos los cuentos: Caperucita, Gulliver, Aladino, quedáronse en el más escondido rincón de mis memorias y otros nombres y otros cuentos vinieron a poblar la inquietud de mi cabeza juvenil y hoy, este pobre tío lleno de remiendos confunde unos y otros para concluir cosas al parecer descabelladas. Escuchad mis cuentos de hoy.

Mucha atención que en el curso de mis palabras, descubriréis cuánta verdad había en los cuentos de Calleja y cómo, sin errar, se pueden confundir con cosas que han pasado aquí y en el mundo entero y que se conocen con el nombre de historias.

En el siglo XIII hubo en Inglaterra un inquieto aventurero, el caballero Mandeville, que aburrido de la vida que llevaba en su tierra, se lanzó por esos mundos en busca de sorpresas. Por varios cuentos sabía la existencia de un país maravilloso, y creyendo en aquellos como yo creía de chiquito, dijo hasta luego a sus padres y hermanos, que se quedaron llenos de lágrimas y con la seguridad de que no volverían a verle, y, sobre una frágil embarcación, se fue mar adentro.

Pasaron muchos años: nadie volvió a saber de Mandeville y parecía que su recuerdo se borraría para siempre de la memoria de los hombres; cuando hete aquí que vino a hacer su aparición en lejanas tierras, en la República de Venecia, vestido de sedas preciosas, adornado con joyas que envidiaban los más poderosos, perfumes que

Historias Infantiles: JUANILLO, EL NIÑO VELOZ


Había una vez un niño chiquitillo, Juanillo, que tenía un pequeño problema en las piernas, y es que cuando hacia carreras con sus amigos le temblaban las piernas y nunca conseguía ganar.

Él se sentía muy mal y no quería hacer mas carreras con sus amigos porque siempre le ganaban. Entonces un día, un amigo de la clase de al lado le dijo: “¿quieres que te diga como ganar las carreras con tus amigos?”, y Juanillo, contestó: “claro que sí, quiero ganar a mis amigos alguna vez”.

Entonces, fueron a la pista de carreras del colegio, y allí el chico de la clase de al lado, le estuvo diciendo trucos para que sus piernas fueran más fuertes y así obtendría más potencia en las carreras. Estuvieron entrenando durante 3 horas, y cada vez, Juanillo veía como, en cada nueva carrera, conseguía mejorar su tiempo.

A las 2 semanas, Juanillo estaba con sus amigos y les propuso hacer una carrera, entonces uno de sus amigos le dijo ” pero Juanillo, si tu nunca ganas una carrera!!”. Juanillo hizo como si no lo hubiera escuchado nada y fueron a la pista para empezar la competición…

La carrera empezó, y Juanillo puso en práctica todo lo que había aprendido con su amigo mayor de la clase de al lado. Corría y corría tan rápido que ninguno de sus amigos pudo alcanzarlo, y por fin, Juanillo consiguió ganar su primera carrera.
fuente:cuentosinfantilescortos.net

Cuentos Infantiles: La Hormiga Vanidosa y El Perro Agradecido


Cierto día, la hormiga vio pasar un perro con tres zapatos de distinto color…

- ¡Uy qué oso!, que mal vestido y harapiento se ve usted, ni afeitado se le ve, me parte el corazón ver un animal en sus condiciones, por favor perro, desaparezca de mi vista, dijo la hormiga.

- Lo siento, doña hormiga, excúseme si la he molestado, busco en el camino un zapato que ya no use nadie y algo de comer -, contestó el perro.

Desde ese día la hormiga, jamás a nadie volvió a juzgar, arrojó al río su ligereza para hablar, al viento su vanidad y volvió a ver, mirando con el corazón a los demás.

De pronto, el perro se quitó los zapatos, cuando a una hormiguita que le faltaba una pata vio, entonces no comió, ese día su corazón también se alimentó y al creador, millones de gracias dio.

FIN







Cuento corto escrito por Jaime eduardo castellanos villalba

Cuentos para niños: El viaje


Los patos silvestres que vivían en aquel estanque, notaron que el invierno se acercaba. Tal vez porque los días eran más cortos o porque el aire estaba un poco más frío.

Había llegado el momento de buscar climas más cálidos. Y un buen día echaron a volar iniciando un largo viaje siguiendo al sol.

Todos... menos uno.

Era un pato pequeño y débil que no había crecido tan rápido como los demás. Los otros eran fuertes, con hermosas y poderosas alas para volar grandes distancias.

El patito miró con angustia, cómo la gran bandada se elevó rumbo al norte, dejándolo solo en aquella tierra que empezaba a ser fría y que anunciaba el crudo invierno. Agachó la cabeza y una lágrima rodó por su carita.

Pero en eso sintió un lejano graznido, luego otro y otro más. Levantó la cabeza y a lo lejos distinguió un punto negro que crecía y crecía. ¡Era la bandada que regresaba!

- “Hemos venido por tí, pequeño” le dijo el guía.

- “Te esperaremos el tiempo que sea necesario, para que crezcas, y puedas hacer el viaje con nosotros. Eres uno de los nuestros y tus hermanos no te van a dejar aquí solo”.

Y por la cara del patito ahora caían muchas lágrimas de felicidad. Pasaron dos semanas, justo las que el pequeño necesitaba para poder volar, y emprendió junto a sus hermanos, el largo viaje en busca del sol y de su calor.

Historias para niños: El Río


Allá en lo alto de las montaña cubierta por la nieve que se derrite, nace un pequeño hilito de agua.

Serpenteando entre las rocas y la tierra dura, el agua helada se desliza tratando por todos los medios de sobrevivir y llegar al hermoso valle que se distingue lejano.

A medida que baja, se le van uniendo más hilos de agua, que como él, quieren llegar al valle. Y así va creciendo. Y creciendo.

Más abajo ya es un arroyo que con alegría y fuerza juvenil serpentea y canta mientras baja entre las quebradas. Y así va creciendo.

En cuanto llega al valle se junta con otros arroyuelos. Y con la ayuda de estos nuevos amigos va creciendo y bañando los campos de trigo. Ya es un río. Y creciendo.

Más adelante en unos cañones profundos se va uniendo a otros ríos, serio y responsable. Trabajador. Nutre de vida los campos aledaños y calma la sed de los animales que se acercan a su orilla.

El viaje continúa y ya es un gran caudal que tranquilo y reposado se desliza suavemente para que los botes de los pescadores que lo navegan no se hundan. Ya puede ver, a lo lejos, su final. El agua prometida, el mar.

Y en ese lugar el río muere para ser parte del océano que lo acoge después de tan largo y feliz viaje.

Cuentos para niños: La ranita de la voz linda


En un charco, a orillas de un río, vivía un grupo de ranas. Se lo pasaban todo el día croando y croando. ¡Croooc! ¡Croooc!...

Aquel día era muy especial porque las ranitas pequeñas cantarían por primera vez. Una a una fueron cantando: ¡Crooc! ¡Crooc!.

Hasta que saltó al escenario, que era una piedra en medio del agua, una ranita, que en vez del famoso ¡Crooc! ¡Crooc!, ¡cantó una hermosa melodía, con una bellísima voz de soprano!.

Todos quedaron paralizados. Simplemente no lo podían creer. ¡Una rana que sí cantaba bien!

La novedad corrió por todo el valle y llegó a oídos, de un representante de artistas, que se apresuró a ir a buscar a la ranita cantora. La llevó a los más grandes escenarios del mundo y grabó muchos discos. Todos la admiraban y querían tomarse fotos con ella.

Sin embargo, la ranita no era feliz. Ella quería volver a su charco, con su familia y sus amigos. Pero era esclava de su voz y de su fama. No podía volver.

Hasta que, en medio de un recital, en un reino muy lejano, la ranita cantora cambió su dulce canto, por el canto natural de las ranas, el ronco ¡Crooc! ¡Crooc!... El público la empezó a pifiar y las pifias eran música para la pequeña, porque se dió cuenta que ahora podría volver a su charco añorado.

Ahora la ranita sí es feliz. Y cantando ¡Crooc! ¡Crooc! ¡Crooc!, pero con su familia, sus amigos y su charco.

Cuento Infantil: El mono que queria leer


En un país donde la vegetación exuberante crecía a poca distancia de los rascacielos de la ciudad había una selva con árboles frondosos, ríos abundantes y pájaros de colores diversos. Ahí vivía una bulliciosa tribu de monos.

Antón era un mono grande y un poco gordo al que trataban como si fuera el jefe. Aunque le gustaba holgazanear, una vez que lograba vencer la pereza no le costaba tomar decisiones. Algunas veces, en un periquete, encontraba soluciones a los problemas de la comunidad monil. Bueno, en un periquete... cuando los problemas no eran muy difíciles.

A Antón le gustaba tenderse en la hierba y sentir sobre su cuerpo los rayos tibios del sol. Y estirarse, estirarse mucho. Se pasaba mucho tiempo mirando las copas de los árboles y haciendo guiños con los ojos porque el sol le impedía abrirlos de par en par.

El terror de Antón era el pequeño Federico, un mono delgadito e inquieto que siempre acababa saliéndose con la suya. Federico había aprendido a leer y tanto le gustaban los libros que releía una y otra vez los que tenía en su casa.

Antón estaba esperanzado porque pensaba que la afición de Federico sería su aliada. En otras palabras, que gracias a la pasión de Federico por la lectura, él se vería libre de los requerimientos del infatigable benjamín.

Antón cuando pensaba en Federico lo llamaba así: Benjamín, porque lo quería como a un hijo y contemplaba sus trastadas como las de un hijo pequeño. Esto nunca se lo había dicho a Federico: era su secreto. Pero... su gozo pronto estaría en un pozo.

Federico tenía una amiga un poco mayor que él. No mucho, aunque ella no dejaba de hacerle notar la diferencia de edad. Le gustaba exhibir sus conocimientos y experiencia. Como era alegre y generosa, podía perdonársele que fuese algo presumida. Se llamaba Sira.

A su edad conocía bastante bien la ciudad porque había estado allí acompañando a sus padres, que eran músicos y tocaban en una orquesta. Durante el curso escolar actuaban en el teatro de la selva, pero en el verano iban de gira por teatros de la ciudad.

El caso es que Sira, en su último viaje, cuando sus padres estaban ensayando, se dirigió a la biblioteca de la ciudad. Ricarda, la señorita que atendía, era muy amable. Enseguida ayudó a Sira a llevar los libros que había elegido a la mesa de lectura.

Sira, con intención de darle pelusa a Federico, se jactó de la cantidad de aventuras que vivió con aquellos libros. Y fue tan verosímil, es decir, creíble (bueno... lo que decía sonaba a verdad porque de verdad se lo había pasado requetebién) que logró provocar algo que no había imaginado. Algo que producía escalofríos

Cuento Infantil: La Super Abuela


El día estaba húmedo y Barry se sentía afligido. Sonó el timbre y todos los niños salieron al patio de la escuela. Barry observó que dos muchachos daban vueltas por la puerta. Se dirigieron hacia él y lo empujaron.

"Mira, es Barry Robinson", dijeron.
"Danos tu dinero o te golpeamos".
Barry les entregó el dinero de la comida.,
"Ahh, mírenlo al pequeño Barry", dijo Scott Dixon el grandote. "¿Cómo está tu abuelita?" y todos los chicos se rieron.
"Dejen en paz a mi abuelita", dijo Barry.
"Tu abuela nada puede hacer", dijo Scott Dixon. "Todos lo saben".
"Sí que puede", dijo Barry.

En ese momento observaron que una persona pequeña se acercaba a las rejas de la escuela. Estaba vestida de negro y llevaba un paraguas. Era muy pequeña. La persona alzó la vista y los muchachos reconocieron a la abuela de Barry. Ingresó al patio de la escuela y miró a Scott Dixon y a su amigo Lee.

"Los he estado obervando", les dijo.
Lo levantó a Scott Dixon y lo arrojó por el aire. Vólo veinte metros y chocó ruidosamente contra el muro de la escuela.

"¡Eso le dará una buena lección!", dijo la abuela. "Ven Barry, vamos a casa". Barry sonrió y el resto de los chicos se quedaron mirando estupefactos. "¡La abuela de Barry puede hacer cualquier cosa!", dijeron.

Al día siguiente la abuela y Barry fueron de compras. Tomaron el autobús a la ciudad y fueron al mercado. Luego esperaron en la parada por el autobús de regreso a casa.

De pronto escucharon un ruido. Había un negocio al otro lado de la calle – una joyería con relojes y anillos de oro. Sonó una alarma y la vidriera se destrozó. La abuela y Barry cruzaron la calle. Observaron que dos hombres con armas de fuego se llevaban todos los objetos de gran valor.




La abuela entró al negocio con su paraguas. Los dos hombres la vieron y se echaron a reir. "Miren a esta amorosa vieja", dijeron. Entonces la abuela le aplicó un golpe de karate a uno de los hombres. Cayó al piso. Golpéo al segundo hombre con su paraguas y cayó al piso también. Tres minutos después llegó un patrullero. Se llevó presos a los dos hombres.

"Gracias, abuela", exclamó el agente de policía.

Barry y la abuela se fueron a su casa. A las seis de la tarde vieron el noticiero por televisión. La noticia era espantosa. Un enorme edificio de Londres se estaba incendiando. Vieron como la gente daba alaridos y gritaba, "¡Socorro! ¡Sálvennos!".

"¡Vamos Barry!", dijo la abuela. Los dos salieron al jardín y la abuela abrió el paraguas. Lo sujetó a Barry por su mano y se elevaron por el aire. ¡Estaban volando!

Volaron velozmente por un largo trecho. Se cruzaron con un avión y la abuela saludó al piloto. ¡Se quedó sumamente asombrado!

Llegaron a Londres donde estaba el edificio en llamas. Era muy elevado y la gente se encontraba en las ventanas.
"¡Auxilio, auxilio!", gritaban.
La abuela dejó a Barry y salió volando hacia la cima del edificio con su paraguas. De uno en uno ella salvó a toda la gente.

Los bomberos exclamaron, "Gracias, abuela", y la abuela sonrió.
"¡Vamos Barry!", dijo ella. "Vamos a casa a tomar el té".

El lunes por la mañana la abuela recibió una carta de la Reina. Esta decía: "Gracias, abuela", y se adjuntaba una medalla.

En la escuela todos lo observaban a Barry.
"Miren, ése es Barry Robinson – su abuela puede hacer cualquier cosa!".

Pero Barry sólo sonreía.

Cuentos Infantiles: El hada Muérdago


El hada Muérdago es pequeña, muy pequeña. Viste de verde y rojo y, cuando se siente especialmente entusiasmada o nerviosa, agita sin parar sus hermosas y centelleantes alas de color dorado.

El hada Muérdago es graciosa, muy graciosa y también divertida, alegre y bulliciosa pero, sobre todo, es una de las hadas más responsables y sensatas de todo el bosque mágico lo cual motivó -hace ya muchos, muchos años- que el Consejo Supremo de las Hadas decidiera nombrarla Guardiana de la Magia de la Navidad. Una gran elección, sin duda. Ni un sólo año, desde que ella se hizo cargo del asunto, ha faltado la Navidad en nuestro mundo.

Bueno, hubo cierta vez en que casi, casi nos quedamos sin ella. Pero sólo casi.

Cada año, la pequeña Muérdago, días antes de emprender el vuelo para esparcir la magia por todo el mundo, inspeccionaba el cofre donde la guardaba -bajo siete llaves y siete candados- para asegurarse de que todo estuviera en perfectas condiciones, le quitaba un poco el polvo, le daba brillo y la dejaba lista para el gran día. Pero ese triste año, Muérdago se llevó una gran -y desagradable- sorpresa:
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