Había una vez un niño que, aunque era muy bueno y obediente, odiaba comer repollo. Siempre que tocaba comerlo protestaba y se enfadaba muchísimo. Un día, su mamá decidió enviarle al mercado a comprar ¡un repollo!, así que fue muy disgustado.
En el mercado, el niño tomó un repollo de mala gana, pero no era un repollo cualquiera. Era un repollo que también odiaba a los niños. Así que después de una discusión gordísima, el niño y el repollo volvieron a casa en silencio y enfadados todo el tiempo.
Pero por el camino, al cruzar el río, el niño resbaló, y ambos cayeron a sus bravas aguas y fueron arrastrados corriente abajo. Con mucho esfuerzo, consiguieron subirse a una tabla que encontraron y mantenerse a flote.
Sobre aquella tabla estuvieron tanto, tanto