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Historias Infantiles: La araña y la viejecita



En una casita, en lo alto de una montaña, vivía hace tiempo una viejecita muy buena y cariñosa.

Tenía el pelo blanco y la piel de su cara era tan clara como los rayos del sol.

Estaba muy sola y un poco triste, porque nadie iba a visitarla.

Lo único que poseía era un viejo baúl y la compañía de una arañita muy trabajadora, que siempre le acompañaba cuando tejía y hacía labores.

La pequeña araña, conocía muy bien cuando la viejecita era feliz y cuando no.

Desde muy pequeña la observaba y había aprendido tanto de ella que pensó que sería buena idea intentar que bajara al pueblo para hablar con los demás. Así aprenderían todo lo que ella podía enseñarles.

Ella les enseñaría a ser valientes cuando estén solos, a ser fuertes para vencer los problemas de cada día y algo muy, muy importante a crear ilusiones, sueños, fantasías.

Las horas pasaban junto a la chimenea y las dos se entretenían bordando y haciendo punto.

La viejecita, apenas podías sostener las madejas y los hilos en sus brazos.

¡Qué cansada me siento!, ¡Me pesan mucho estas agujas!. Decía la ancianita.

La arañita, la mimaba y la sonreía.

Un día, la araña, pensó que ya había llegado el momento de poner en práctica su idea.

¿Sabes, lo que haremos?. ¡Iremos al mercado a vender nuestras labores!. ¡Así, ganaremos dinero y podremos ver a otras personas y hablar con ellas!.

La anciana no estaba muy convencida.

¡Hace mucho tiempo que no hablo con nadie!. Dijo: la anciana.

¿Crees que puede importarle a alguien lo que yo le diga?.

¡Claro que sí!. ¡Verás como nos divertimos!.

Se pusieron en marcha, bajaron despacito, como el que no quiere perder ni un minuto de la vida.

Iban admirando el paisaje, los árboles, las flores y los pequeños animalitos que veían por el camino.

Llegaron al mercado y extendieron sus bordados sobre una gran mesa.

Todo el mundo se paraba a mirarlos. ¡Eran tan bonitos!.

La gente les compró todo lo que llevaban. ¡Además hicieron buenos amigos!.

Enseguida, los demás, se dieron cuenta de la gran persona que era la viejecita y le pedían consejo sobre sus problemillas.

Al principio, le daba un poco de vergüenza que todo el mundo, la preguntara cosas. Pero poco a poco descubrió el gran valor que tienen las palabras y cómo muchas veces una palabra ayuda a superar las tristezas.

Palabras llenas de cariño como:

¡Animo, adelante, puedes conseguirlo!. ¡Confía en ti, cree en ti!.

Ella también aprendió ese día, que las cosas que sentimos en el corazón, debemos sacarlas fuera, quizá los otros puedan aprovecharlas para su vida.

La arañita le decía a la anciana: ¡Deja volar tus sentimientos, se alegre, espontánea, ofrece siempre lo mejor de ti!.

La viejecita y la araña partieron hacia su casita de la montaña.

Siguieron haciendo bordados y bordados.

Trabajaban mucho y cuando llegaba la noche la araña se iba a su rinconcito a dormir. La anciana se despedía de ella y le decía: ¡Gracias por ser mi amiga!.

¡Un amigo, es más valioso que joyas y riquezas, llora y ríe contigo y también sueña!.

Mientras sentía estos pensamientos, la viejecita se iba quedando dormida, sus ojos cansados se cerraron y la paz brilló en su cara.

La luna les acompañaba e iluminaba la pequeña casita y nunca, nunca estaban solas. Más allá, muy lejos, sus seres queridos velaban sus sueños.

Cuentos Infantiles: Ada


Miradla, tan lánguida y débil como una rosa, impregnada de esa tristeza que atraviesa su alma como un haz de luz. No se separa de la ventana, esperando la noche. Su anciana tía la mira fugazmente, porque no quiere que Ada se de cuenta de que la mira, porque si lo hace aún se pondrá más triste. Desde la cabaña de madera se ve tras el cristal como quien mira tras un vaso empañado. 

La lluvia tenue ha formado una espesa cortina de humedad que apenas permite visualizar el exterior, pero en cambio Ada, muy pacientemente, ha dibujado un círculo con su dedo que le acerca más al bosque. Tía Mondana, que teje mientras observa sobre sus lentes la figura de la muchacha, suspira y le dice: "Ya son las seis, Ada. Creo que ya puedes salir". Ada asiente con la cabeza, se yergue y se tapa con un chal de punto marrón. Fuera hace frío y la lluvia la calará. 

Tía Mondana se levanta de su silla antes de que la muchacha se marche. "Ada, ¿de verdad quieres salir esta noche? Vas a pasar frío. Ese chal no te va a calentar nada". Pero Ada mediosonríe sin decir palabra y se marcha. En el fondo, tía Mondana sabe que Ada es la propia Naturaleza y que ni el frío ni la lluvia evitarán sus perennes salidas nocturnas. La anciana recuerda todas las noches lo que hacía años había sucedido, y no puede remediar las lágrimas al rememorar el pasado.

Aquello pasó hace muchos años, cuando Mondana no era más que una adolescente de quince años amante de libros de fantasía y de duendes. Su hermana

Historias Infantiles: Las Aves Nocturnas


En un reino desconocido para todo el mundo, excepto para los que en él vivían, existía, realmente aún existe, un muchacho joven, vivaracho o con un gran amor hacia la naturaleza, el cuál era siempre acechado por los otros jóvenes de la región que solo pensaban en divertirse.

El joven, llamado Al, era un típico joven de la región, pelo oscuro, tez blanca, ojos café obscuro, estatura mediana, y como en toda historia entre el bien y el mal, existía, o existe, otro joven, quién despreciaba toda la belleza que lo rodeaba, cabe aclarar que Vic era bastante bien parecido, rubio, de ojos azules, con gran personalidad.

Vic era admirado por todas las chicas del reino, excepto por una, Dai.

Y como en toda historia, esta chica era pretendida por Vic.

Dai no tenía preferencia por nadie, pues ella estaba segura que la persona a la que ella amaría llegaría de manera espontanea, pero sabía también que antes de amar a una persona, primero debería admirarla.

Cierto día, en un paseo escolar, los alumnos del alquimista fueron a recorrer los alrededores del reino, escalaron una montaña, el alquimista Roland les dijo que no se aventuraran a las cuevas porque podrían encontrarse en peligro de muerte, ya que por las noches salían aves nocturnas sedientas de sangre.

Obviamente estas prohibiciones no se deben hacer a los adolescentes, porque son invitaciones a desobedecer, ¿o sería un plan con maña de parte de Roland?.

El caso es que Vic, junto con otros chicos y chicas, incluyendo a Dai, se aventuraron en las cuevas, en total fueron 10 chicos curiosos, bueno 11, lo que pasa es que Al decidió ingresar también pero para estudiar esas aves que la gente decía que bebían sangre, ya que cierto día por la mañana, él encontró una de ellas en su balcón, la cuál estaba muriendo, y la verdad que no le pareció tan mala.

Lo cierto de todo esto es que anocheció y de los 11 muchachos solo regresaron 6, los otros 5 quedaron perdidos en la soledad de las cuevas.

Roland tuvo que volver al pueblo e informar al rey lo sucedido.

Por último, el rey tuvo que informar de lo sucedido a su comunidad, quedando 3 familias en la desolación de no saber que ha pasado con sus seres queridos.

Los desaparecidos son: Vic, Dai, Al, Bobe y su hermana Nila.

Mientras tanto en las cuevas, Vic, Dai, Bobe y Nila se encontraban perdidos, asustados y hambrientos, se escondieron al escuchar salir a las aves nocturnas de la cueva; y como sucede en estas situaciones desesperadas, habían empezado a discutir entre ellos; la verdad de las cosas es que Vic había querido impresionar a Dai y la guió, junto con los demás, a lo mas recóndito de las cuevas para después regresarlos a la luz y aparecer como héroe, rescatando a sus compañeros de ese peligroso lugar; el problema es que también se había perdido.

Todo se agravó cuando el grupo de muchachos decidió avanzar y llegó hasta un lugar donde se encontraban los nidos de las aves, las que cuidaban dicho nido, los olfatearon y los empezaron a rodear, a lo que Vic respondió aventándoles piedras,

Historias Infantiles: JUANILLO, EL NIÑO VELOZ


Había una vez un niño chiquitillo, Juanillo, que tenía un pequeño problema en las piernas, y es que cuando hacia carreras con sus amigos le temblaban las piernas y nunca conseguía ganar.

Él se sentía muy mal y no quería hacer mas carreras con sus amigos porque siempre le ganaban. Entonces un día, un amigo de la clase de al lado le dijo: “¿quieres que te diga como ganar las carreras con tus amigos?”, y Juanillo, contestó: “claro que sí, quiero ganar a mis amigos alguna vez”.

Entonces, fueron a la pista de carreras del colegio, y allí el chico de la clase de al lado, le estuvo diciendo trucos para que sus piernas fueran más fuertes y así obtendría más potencia en las carreras. Estuvieron entrenando durante 3 horas, y cada vez, Juanillo veía como, en cada nueva carrera, conseguía mejorar su tiempo.

A las 2 semanas, Juanillo estaba con sus amigos y les propuso hacer una carrera, entonces uno de sus amigos le dijo ” pero Juanillo, si tu nunca ganas una carrera!!”. Juanillo hizo como si no lo hubiera escuchado nada y fueron a la pista para empezar la competición…

La carrera empezó, y Juanillo puso en práctica todo lo que había aprendido con su amigo mayor de la clase de al lado. Corría y corría tan rápido que ninguno de sus amigos pudo alcanzarlo, y por fin, Juanillo consiguió ganar su primera carrera.
fuente:cuentosinfantilescortos.net

Cuentos Infantiles: El Grillo y El Sapo


Érase una vez, un grillo montado en una cerca con sus amigos en el bosque, y el grillo y sus amigos estaban jugando a las escondidas.

El grillo se escondió detrás de un árbol donde vivía un sapo. Éste, no tenía amigos porque ere un sapo feo y un poco repugnante.

El sapo estaba llorando cuando llego el grillo, quien le preguntó: ¿por qué estás llorando?

El sapo le respondio: “porque no tengo amigos…“. Entonces, el grillo le dijo al sapo: ¿quieres ser mi amigo?

El sapo le respondió: “¿usted no me ve que soy feo y asqueroso?

“No me pareces un buen sapo y humilde”, le respondió el grillo.

“¿Y por qué dices eso?, mis amigos me dicen que soy feo y asqueroso….”, le respondió el pobre sapo.

“Venga vamos, que te voy a presentar a mis amigos y como eres mi amigo, mis amigos tambien serán tus amigos”, le dijo el grillo.

Así fue como el sapo fue un gran amigo de los grillos, y el sapo y el grillo, fueron felices para siempre.
Fuente:cuentosinfantilescortos.net

Cuentos Infantiles: La Hormiga Vanidosa y El Perro Agradecido


Cierto día, la hormiga vio pasar un perro con tres zapatos de distinto color…

- ¡Uy qué oso!, que mal vestido y harapiento se ve usted, ni afeitado se le ve, me parte el corazón ver un animal en sus condiciones, por favor perro, desaparezca de mi vista, dijo la hormiga.

- Lo siento, doña hormiga, excúseme si la he molestado, busco en el camino un zapato que ya no use nadie y algo de comer -, contestó el perro.

Desde ese día la hormiga, jamás a nadie volvió a juzgar, arrojó al río su ligereza para hablar, al viento su vanidad y volvió a ver, mirando con el corazón a los demás.

De pronto, el perro se quitó los zapatos, cuando a una hormiguita que le faltaba una pata vio, entonces no comió, ese día su corazón también se alimentó y al creador, millones de gracias dio.

FIN







Cuento corto escrito por Jaime eduardo castellanos villalba

Cuentos para niños: El viaje


Los patos silvestres que vivían en aquel estanque, notaron que el invierno se acercaba. Tal vez porque los días eran más cortos o porque el aire estaba un poco más frío.

Había llegado el momento de buscar climas más cálidos. Y un buen día echaron a volar iniciando un largo viaje siguiendo al sol.

Todos... menos uno.

Era un pato pequeño y débil que no había crecido tan rápido como los demás. Los otros eran fuertes, con hermosas y poderosas alas para volar grandes distancias.

El patito miró con angustia, cómo la gran bandada se elevó rumbo al norte, dejándolo solo en aquella tierra que empezaba a ser fría y que anunciaba el crudo invierno. Agachó la cabeza y una lágrima rodó por su carita.

Pero en eso sintió un lejano graznido, luego otro y otro más. Levantó la cabeza y a lo lejos distinguió un punto negro que crecía y crecía. ¡Era la bandada que regresaba!

- “Hemos venido por tí, pequeño” le dijo el guía.

- “Te esperaremos el tiempo que sea necesario, para que crezcas, y puedas hacer el viaje con nosotros. Eres uno de los nuestros y tus hermanos no te van a dejar aquí solo”.

Y por la cara del patito ahora caían muchas lágrimas de felicidad. Pasaron dos semanas, justo las que el pequeño necesitaba para poder volar, y emprendió junto a sus hermanos, el largo viaje en busca del sol y de su calor.

Historias para niños: El Río


Allá en lo alto de las montaña cubierta por la nieve que se derrite, nace un pequeño hilito de agua.

Serpenteando entre las rocas y la tierra dura, el agua helada se desliza tratando por todos los medios de sobrevivir y llegar al hermoso valle que se distingue lejano.

A medida que baja, se le van uniendo más hilos de agua, que como él, quieren llegar al valle. Y así va creciendo. Y creciendo.

Más abajo ya es un arroyo que con alegría y fuerza juvenil serpentea y canta mientras baja entre las quebradas. Y así va creciendo.

En cuanto llega al valle se junta con otros arroyuelos. Y con la ayuda de estos nuevos amigos va creciendo y bañando los campos de trigo. Ya es un río. Y creciendo.

Más adelante en unos cañones profundos se va uniendo a otros ríos, serio y responsable. Trabajador. Nutre de vida los campos aledaños y calma la sed de los animales que se acercan a su orilla.

El viaje continúa y ya es un gran caudal que tranquilo y reposado se desliza suavemente para que los botes de los pescadores que lo navegan no se hundan. Ya puede ver, a lo lejos, su final. El agua prometida, el mar.

Y en ese lugar el río muere para ser parte del océano que lo acoge después de tan largo y feliz viaje.

Cuentos para niños: La ranita de la voz linda


En un charco, a orillas de un río, vivía un grupo de ranas. Se lo pasaban todo el día croando y croando. ¡Croooc! ¡Croooc!...

Aquel día era muy especial porque las ranitas pequeñas cantarían por primera vez. Una a una fueron cantando: ¡Crooc! ¡Crooc!.

Hasta que saltó al escenario, que era una piedra en medio del agua, una ranita, que en vez del famoso ¡Crooc! ¡Crooc!, ¡cantó una hermosa melodía, con una bellísima voz de soprano!.

Todos quedaron paralizados. Simplemente no lo podían creer. ¡Una rana que sí cantaba bien!

La novedad corrió por todo el valle y llegó a oídos, de un representante de artistas, que se apresuró a ir a buscar a la ranita cantora. La llevó a los más grandes escenarios del mundo y grabó muchos discos. Todos la admiraban y querían tomarse fotos con ella.

Sin embargo, la ranita no era feliz. Ella quería volver a su charco, con su familia y sus amigos. Pero era esclava de su voz y de su fama. No podía volver.

Hasta que, en medio de un recital, en un reino muy lejano, la ranita cantora cambió su dulce canto, por el canto natural de las ranas, el ronco ¡Crooc! ¡Crooc!... El público la empezó a pifiar y las pifias eran música para la pequeña, porque se dió cuenta que ahora podría volver a su charco añorado.

Ahora la ranita sí es feliz. Y cantando ¡Crooc! ¡Crooc! ¡Crooc!, pero con su familia, sus amigos y su charco.

Cuento Infantil: El mono que queria leer


En un país donde la vegetación exuberante crecía a poca distancia de los rascacielos de la ciudad había una selva con árboles frondosos, ríos abundantes y pájaros de colores diversos. Ahí vivía una bulliciosa tribu de monos.

Antón era un mono grande y un poco gordo al que trataban como si fuera el jefe. Aunque le gustaba holgazanear, una vez que lograba vencer la pereza no le costaba tomar decisiones. Algunas veces, en un periquete, encontraba soluciones a los problemas de la comunidad monil. Bueno, en un periquete... cuando los problemas no eran muy difíciles.

A Antón le gustaba tenderse en la hierba y sentir sobre su cuerpo los rayos tibios del sol. Y estirarse, estirarse mucho. Se pasaba mucho tiempo mirando las copas de los árboles y haciendo guiños con los ojos porque el sol le impedía abrirlos de par en par.

El terror de Antón era el pequeño Federico, un mono delgadito e inquieto que siempre acababa saliéndose con la suya. Federico había aprendido a leer y tanto le gustaban los libros que releía una y otra vez los que tenía en su casa.

Antón estaba esperanzado porque pensaba que la afición de Federico sería su aliada. En otras palabras, que gracias a la pasión de Federico por la lectura, él se vería libre de los requerimientos del infatigable benjamín.

Antón cuando pensaba en Federico lo llamaba así: Benjamín, porque lo quería como a un hijo y contemplaba sus trastadas como las de un hijo pequeño. Esto nunca se lo había dicho a Federico: era su secreto. Pero... su gozo pronto estaría en un pozo.

Federico tenía una amiga un poco mayor que él. No mucho, aunque ella no dejaba de hacerle notar la diferencia de edad. Le gustaba exhibir sus conocimientos y experiencia. Como era alegre y generosa, podía perdonársele que fuese algo presumida. Se llamaba Sira.

A su edad conocía bastante bien la ciudad porque había estado allí acompañando a sus padres, que eran músicos y tocaban en una orquesta. Durante el curso escolar actuaban en el teatro de la selva, pero en el verano iban de gira por teatros de la ciudad.

El caso es que Sira, en su último viaje, cuando sus padres estaban ensayando, se dirigió a la biblioteca de la ciudad. Ricarda, la señorita que atendía, era muy amable. Enseguida ayudó a Sira a llevar los libros que había elegido a la mesa de lectura.

Sira, con intención de darle pelusa a Federico, se jactó de la cantidad de aventuras que vivió con aquellos libros. Y fue tan verosímil, es decir, creíble (bueno... lo que decía sonaba a verdad porque de verdad se lo había pasado requetebién) que logró provocar algo que no había imaginado. Algo que producía escalofríos

Cuento Infantil: La Super Abuela


El día estaba húmedo y Barry se sentía afligido. Sonó el timbre y todos los niños salieron al patio de la escuela. Barry observó que dos muchachos daban vueltas por la puerta. Se dirigieron hacia él y lo empujaron.

"Mira, es Barry Robinson", dijeron.
"Danos tu dinero o te golpeamos".
Barry les entregó el dinero de la comida.,
"Ahh, mírenlo al pequeño Barry", dijo Scott Dixon el grandote. "¿Cómo está tu abuelita?" y todos los chicos se rieron.
"Dejen en paz a mi abuelita", dijo Barry.
"Tu abuela nada puede hacer", dijo Scott Dixon. "Todos lo saben".
"Sí que puede", dijo Barry.

En ese momento observaron que una persona pequeña se acercaba a las rejas de la escuela. Estaba vestida de negro y llevaba un paraguas. Era muy pequeña. La persona alzó la vista y los muchachos reconocieron a la abuela de Barry. Ingresó al patio de la escuela y miró a Scott Dixon y a su amigo Lee.

"Los he estado obervando", les dijo.
Lo levantó a Scott Dixon y lo arrojó por el aire. Vólo veinte metros y chocó ruidosamente contra el muro de la escuela.

"¡Eso le dará una buena lección!", dijo la abuela. "Ven Barry, vamos a casa". Barry sonrió y el resto de los chicos se quedaron mirando estupefactos. "¡La abuela de Barry puede hacer cualquier cosa!", dijeron.

Al día siguiente la abuela y Barry fueron de compras. Tomaron el autobús a la ciudad y fueron al mercado. Luego esperaron en la parada por el autobús de regreso a casa.

De pronto escucharon un ruido. Había un negocio al otro lado de la calle – una joyería con relojes y anillos de oro. Sonó una alarma y la vidriera se destrozó. La abuela y Barry cruzaron la calle. Observaron que dos hombres con armas de fuego se llevaban todos los objetos de gran valor.




La abuela entró al negocio con su paraguas. Los dos hombres la vieron y se echaron a reir. "Miren a esta amorosa vieja", dijeron. Entonces la abuela le aplicó un golpe de karate a uno de los hombres. Cayó al piso. Golpéo al segundo hombre con su paraguas y cayó al piso también. Tres minutos después llegó un patrullero. Se llevó presos a los dos hombres.

"Gracias, abuela", exclamó el agente de policía.

Barry y la abuela se fueron a su casa. A las seis de la tarde vieron el noticiero por televisión. La noticia era espantosa. Un enorme edificio de Londres se estaba incendiando. Vieron como la gente daba alaridos y gritaba, "¡Socorro! ¡Sálvennos!".

"¡Vamos Barry!", dijo la abuela. Los dos salieron al jardín y la abuela abrió el paraguas. Lo sujetó a Barry por su mano y se elevaron por el aire. ¡Estaban volando!

Volaron velozmente por un largo trecho. Se cruzaron con un avión y la abuela saludó al piloto. ¡Se quedó sumamente asombrado!

Llegaron a Londres donde estaba el edificio en llamas. Era muy elevado y la gente se encontraba en las ventanas.
"¡Auxilio, auxilio!", gritaban.
La abuela dejó a Barry y salió volando hacia la cima del edificio con su paraguas. De uno en uno ella salvó a toda la gente.

Los bomberos exclamaron, "Gracias, abuela", y la abuela sonrió.
"¡Vamos Barry!", dijo ella. "Vamos a casa a tomar el té".

El lunes por la mañana la abuela recibió una carta de la Reina. Esta decía: "Gracias, abuela", y se adjuntaba una medalla.

En la escuela todos lo observaban a Barry.
"Miren, ése es Barry Robinson – su abuela puede hacer cualquier cosa!".

Pero Barry sólo sonreía.

Cuentos Infantiles: El hada Muérdago


El hada Muérdago es pequeña, muy pequeña. Viste de verde y rojo y, cuando se siente especialmente entusiasmada o nerviosa, agita sin parar sus hermosas y centelleantes alas de color dorado.

El hada Muérdago es graciosa, muy graciosa y también divertida, alegre y bulliciosa pero, sobre todo, es una de las hadas más responsables y sensatas de todo el bosque mágico lo cual motivó -hace ya muchos, muchos años- que el Consejo Supremo de las Hadas decidiera nombrarla Guardiana de la Magia de la Navidad. Una gran elección, sin duda. Ni un sólo año, desde que ella se hizo cargo del asunto, ha faltado la Navidad en nuestro mundo.

Bueno, hubo cierta vez en que casi, casi nos quedamos sin ella. Pero sólo casi.

Cada año, la pequeña Muérdago, días antes de emprender el vuelo para esparcir la magia por todo el mundo, inspeccionaba el cofre donde la guardaba -bajo siete llaves y siete candados- para asegurarse de que todo estuviera en perfectas condiciones, le quitaba un poco el polvo, le daba brillo y la dejaba lista para el gran día. Pero ese triste año, Muérdago se llevó una gran -y desagradable- sorpresa:

Cuentos para el día del Niño: El árbol mágico


En el centro de una placita, en el pueblo, había un precioso árbol. El árbol tenía ramas muy largas para los costados y también para arriba. Parecía un poquito unos brazos locos que invitaban a los niños a subirse a él.

Pero el árbol, que ya era muy viejito, porque tenía 103 años, estaba un poquito triste. Resultaba ser, que de tan abuelito que era, de tan tan pero requete tan gordo que estaba - Había bebido mucha lluvia decían - , le pusieron una cerca a su alrededor...con un cartel. Pero como el no sabía leer... Estaba más y más triste porque era un abuelito sin la alegría de sus chiquitos.

Un día escuchó el árbol - porque saben oír muy bien ellos, eh! - que alguien leía el cartelito: - Árbol centenario. Monumento histórico nacional. Plantado por.....

Pero al árbol no le interesaba nada esas cosas, el quería oír risas y sentir cómo se trepaban los chicos... oir los secretos que le contaban... pero no le gustaba nada cuando las personas grandes le hacían daño, escribiéndolo o rompiéndolo.

Cuentos para Niños: El Amor y La Locura


En el principio de los tiempos, cuando no existía nada. Cuando ni siquiera el tiempo existía porque nadie había inventado nada para llevarle la cuenta. Cuando el hombre todavía no existía, en mitad del universo estaban reunidos los vicios y las virtudes que más tarde poblarían a los humanos en mayor o menor medida.

Y los vicios y las virtudes se pasaban todo el día discutiendo y peleando, sobre todo azuzados por la Ira y la Discordia. Y discutían sobre quien habitaría el cuerpo de los humanos, si los vicios o las virtudes. Y no se ponían de acuerdo porque unos decía que habría mas virtudes que vicios en los humanos y otros que al revés, que sería mayor el número de vicios que estarían en los humanos.

Y como nadie se ponía de acuerdo. La Locura, que estaba loca, tubo una idea que le pareció genial. Y dando brincos en mitad de la reunión dijo:

- Tengo una idea, tengo una idea para solucionar la discusión.

Todos se quedaron expectantes. Y la Locura dando carreras sin ton ni son y saltando por todos lados dijo:

- Es una idea genial que seguro que no falla. Sí, sí, sí, sí

En este punto la Intriga, que estaba realmente intrigada, pensó:

Cuentos Infantiles: El Ave Fénix


En el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, magníficos sus colores, arrobador su canto.

Pero cuando Eva cogió el fruto de la ciencia del bien y del mal, y cuando ella y Adán fueron arrojados del Paraíso, de la flamígera espada del ángel cayó una chispa en el nido del pájaro y le prendió fuego. El animalito murió abrasado, pero del rojo huevo salió volando otra ave, única y siempre la misma: el Ave Fénix. Cuenta la leyenda que anida en Arabia, y que cada cien años se da la muerte abrasándose en su propio nido; y que del rojo huevo sale una nueva ave Fénix, la única en el mundo.

El pájaro vuela en torno a nosotros, rauda como la luz, espléndida de colores, magnífica en su canto. Cuando la madre está sentada junto a la cuna del hijo, el ave se acerca a la almohada y, desplegando las alas, traza una aureola alrededor de la cabeza del niño. Vuela por el sobrio y humilde aposento, y hay resplandor de sol en él, y sobre la pobre cómoda exhalan, su perfume unas violetas.

Pero el Ave Fénix no es sólo el ave de Arabia; aletea también a los resplandores de la aurora boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas durante el breve verano de Groenlandia. Bajo las rocas cupríferas de Falun, en las minas de carbón de Inglaterra, vuela como polilla espolvoreada sobre el devocionario en las manos del piadoso trabajador. En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas del Ganges, y los ojos de la doncella hindú se iluminan al verla.

¡Ave Fénix! ¿No la conoces? ¿El ave del Paraíso, el cisne santo de la canción? Iba en el carro de Thespis en forma de cuervo parlanchín, agitando las alas pintadas de negro; el arpa del cantor de Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del cisne; posada sobre el hombro de Shakespeare, adoptaba la figura del cuervo de Odin y le susurraba al oído: ¡Inmortalidad! Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la sala del concurso de la Wartburg.

¡Ave Fénix! ¿No la conoces? Te cantó la Marsellesa, y tú besaste la pluma que se desprendió de su ala; vino en todo el esplendor paradisíaco, y tú le volviste tal vez la espalda para contemplar el gorrión que tenía espuma dorada en las alas.

Cuentos para niños: La pastora y el deshollinador


Había una vez...

... En una sala con recuerdos de antepasados, un aparador con la madera ennegrecida por el paso de los años, y totalmente tallado de flores, hojas y cargados ornamentos. Entre las rosas y los tulipanes ridículamente socavados en la madera, asomaban unas cabecitas de ciervos con grandes astas, y en el mismo centro se presentaba la figura de un hombre de expresión burlona, con patas de chivo y cuernos en la frente. Se lo representaba con larga barba y los niños de la casa lo habían apodado: "General-Mandamás-en-Vanguardia-y Retaguardia-Guillermitopatasdechivo".

Era un nombre de muy difícil pronunciación, y no son muchos los que alcanzan un grado tan alto en el ejército. Tenía que haber sido un personaje muy importante, pues si no ¿quién se hubiera tomado tanto trabajo en tallarlo? En fin, de todos modos, allí estaba; y todo el tiempo le era poco para mirar hacia la mesa que había debajo del espejo, por la sencilla razón de que allí se ubicaba una linda pastorcita de porcelana.

La pastorcita llevaba zapatos dorados, el vestido delicadamente sujeto con una rosa roja, un sombrero de oro y un cayado también de oro: era sencillamente encantadora. Muy cerca de ella estaba colocado un pequeño deshollinador de chimeneas, negro como el carbón, aunque también estaba hecho de porcelana. Realmente era tan limpio y pulcro como el que más, pues, como ven, no dejaba de ser un deshollinador de adorno. El artesano que lo hizo, de habérselo propuesto, habría podido convertirlo fácilmente en un príncipe, pues sostenía su escalera de la manera más graciosa y sus mejillas eran tan rosadas y blancas como las de una muchacha. Esto acaso fuera un defecto, ya que no le habrían venido mal algunas manchas de tizne.

Lo habían ubicado muy cerca de la pastora, y como era de esperarse, se enamoraron enseguida. Sin duda que estaban hechos el uno para el otro, pues ambos venían de la misma porcelana y eran igualmente jóvenes y frágiles.

Cerca de ellos, casi tres veces más grande, había otra figura: un chino viejo que podía menear la cabeza. También estaba hecho de porcelana y afirmaba, aunque no podía probarlo, que era el abuelo de la pastorcita. Fuese o no verdad, pasaba por guardián suyo, así que cuando el General-Mandamás-en-Vanguardia-y-Retaguardia-Guillermitopatasdechivo pidió la mano de la pastora, el chino viejo se la concedió con un movimiento de la cabeza.

—Ése es el esposo que te conviene —le dijo—; apostaría a que está hecho de caoba. Serás la señora del General-Mandamás-en-Vanguardia-y-Retaguardia-Guillermitopatasdechivo.
Ese aparador suyo está lleno de plata, y ¡vaya usted a

Cuentos para niños: El Árbol del Ruiseñor


Hubo una vez un lindo ruiseñor que hacía su nido en la copa de un gran roble. Todos los días el bosque despertaba con sus maravillosos trinos.

La vida volvía a nacer entre sus ramas. Las hojas crecían y crecían. También lo hacían los polluelos del pequeño pajarito.

Su nido estaba hecho de ramitas y hojas secas.

Algunas ardillas curiosas se acercaban para ver como los polluelos picoteaban el cascarón hasta dejar un hueco en el que poder estirar su cuello. Empujaban con fuerza y lograban salir hacia fuera.

Sus plumitas estaban húmedas. En unas cuantas horas se habrían secado y los nuevos polluelos se sorprenderían de lo que les rodeaba.

El árbol estaba orgulloso de ellos. Él también era envidiado por los demás árboles no sólo por tener al ruiseñor sino por la belleza de su tronco y sus hojas. Era grandioso verlo en primavera.

Al llegar el otoño, las hojitas de los árboles volaban hacia el suelo. Con gran tristeza caían, pero el viento las mimaba y las dejaba caer con suavidad. Al pasar el tiempo éstas serían el abono para las nuevas plantas.

Al ruiseñor le gustaba jugar entre sombra y sombra. Revoloteaba haciendo piruetas, buscando la luz y cuando un rayo de sol iluminaba sus plumas, unas lindas notas musicales acompañaban su alegría y la de sus polluelos.

Un día un hongo fue a vivir con él. Ya lo conocía de antes se llamaba Dedi, bueno, tenía un nombre muy raro, pero ellos le llamaban así.

El roble comenzó a sentirse enfermito, tenía muchos picores y su piel se arrugaba.

De vez en cuando le corría un cosquilleo por el tronco.

Estaba un poco descolorido, ni siquiera tenía ganas de que los ciempiés jugaran alrededor de sus raíces.

Él hongo estaba celoso del árbol y de su amistad con el ruiseñor.

Pensó que si le enfermaba, el ruiseñor le haría mas caso a él, envidioso de su amor no le importó hacerle sufrir.

Los demás animales convencieron al hongo para que abandonara al árbol. Así conseguiría, ser su amigo pero nunca por la fuerza.

A partir de aquel día siempre se juntaban para ver amanecer.

El hongo aprendió una gran lección, su poder y su fuerza debía utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir.

Cuentos para niños: El Album


El consejero administrativo Craterov, delgado y seco como la flecha del Almirantazgo, avanzó algunos pasos y, dirigiéndose a Serlavis, le dijo:
-Excelencia: Constantemente alentados y conmovidos hasta el fondo del corazón por vuestra gran autoridad y paternal solicitud...
-Durante más de diez años-le sopló Zacoucine.
-Durante más de diez años... ¡Hum!... en este día memorable, nosotros, vuestros subordinados, ofrecemos a su excelencia, como prueba de respeto y de profunda gratitud, este álbum con nuestros retratos, haciendo votos porque vuestra noble vida se prolongue muchos años y que por largo tiempo aún, hasta la hora de la muerte, nos honréis con...
-Vuestras paternales enseñanzas en el camino de la verdad y del progreso-añadió Zacoucine, enjugándose las gotas de sudor que de pronto le habían invadido la frente-. Se veía que ardía en deseos de tomar la palabra para colocar el discurso que seguramente traía preparado.
-Y que-concluyó-vuestro estandarte siga flotando mucho tiempo aún en la carrera del genio, del trabajo y de la conciencia social.
Por la mejilla izquierda de Serlavis, llena de arrugas, se deslizó una lágrima.
-Señores-dijo con voz temblorosa-, no esperaba yo ésto, no podía imaginar que celebraseis mi modesto jubileo. Estoy emocionado, profundamente emocionado y conservaré el recuerdo de estos instantes hasta la muerte. Creedme, amigos míos, os aseguro que nadie os desea como yo tantas felicidades... Si alguna vez

Cuento: Abad y Los Tres Enigmas


Esto era una vez un viejo monasterio, situado en el centro de un enorme y frondoso bosque, en el que vivían muchos frailes.

Cada fraile tenía una misión diferente, así había un fraile portero, otro médico, otro cocinero, otro bibliotecario, otro pastor, otro jardinero, otro hortelano, otro maestro, otro boticario, es decir había un fraile para cada cosa y todos llevaban una vida monástica entregada al estudio y a la oración. Como en todos los monasterios, el fraile que más mandaba era el abad.

Se cuenta que había llegado a oídos del Señor Obispo de aquella región que el abad del monasterio era un poco tonto y no estaba a la altura de su cargo.

Para comprobar las habladurías de la gente le hizo llamar y le dio un año de plazo para que resolviera los tres enigmas siguientes:

1º) Si yo quisiera dar la vuelta al mundo ¿Cuánto tardaría?
2º) Si yo quisiera venderme ¿Cuánto valdría?
3º) ¿Qué cosa estoy yo pensando que no es verdad?

El abad regresó al monasterio y sentó en su despacho a pensar y pensar, y pensó tanto que por las orejas le salía humo. Se pasaba todo el día pensando, pero no se le ocurría nada, pensar sólo le daba un fuerte dolor de cabeza. Hasta entró en la biblioteca del monasterio por primera vez en su vida para buscar y rebuscar en los libros las soluciones y las respuestas que necesitaba.

Pasaba el tiempo sin que el abad resolviera los enigmas que le había planteado el Señor Obispo. Cuando ya quedaban pocos días para que se cumpliera el año de plazo salió a pasear por el bosque y se sentó desesperado debajo de un árbol.

Un joven y humilde fraile pastor que estaba cuidando las ovejas del monasterio le oyó lamentarse y le preguntó qué le ocurría. El abad le contó la entrevista con el Señor Obispo y los tres enigmas que le había planteado para probar sus conocimientos. 

El frailecillo le dijo que no se preocupara más porque él sabría como contestar al Señor Obispo. Así que, el mismo día que se terminaba el año de plazo, se presentó el joven fraile ante el Señor Obispo disfrazado con el hábito del abad y la cabeza cubierta con la capucha para que el Obispo no pudiera reconocerlo.

Después de recibirlo, el Señor Obispo quiso saber las respuestas a sus enigmas y volvió a plantear al falso abad la primera pregunta:
- Si yo quisiera dar la vuelta al mundo ¿Cuánto tardaría?
- Si Su Ilustrísima caminara tan deprisa como el sol -contestó rápidamente el frailecillo- sólo tardaría veinticuatro horas.
El Obispo después de pensarlo un rato quedó satisfecho con la respuesta, así que pasó a la segunda pregunta:
- Si yo quisiera venderme ¿Cuánto valdría?
El frailecillo respondió sin dudarlo:
- Quince monedas de plata.
Cuando el Obispo oyó esta respuesta preguntó:
- ¿Por qué quince monedas?
- Porque a Jesucristo lo vendieron por treinta monedas de plata y es lógico pensar que Su Ilustrísima valga sólo la mitad.
Le iban convenciendo al Señor Obispo las respuestas de aquel abad y empezaba a pensar que no era tan tonto como le habían dicho.
Entonces realizó la tercera y última pregunta:
- ¿Qué cosa estoy yo pensando que no es verdad?
- Su Ilustrísima piensa que yo soy el abad del monasterio cuando en realidad sólo soy el fraile que cuida de las ovejas.
Entonces el Obispo, dándose cuenta de la inteligencia de aquel joven fraile, decidió que el frailecillo ocupara el cargo de abad y que el abad se encargara de las ovejas.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado, si quieres que te lo cuente otra vez cierra los ojos y cuenta hasta tres.
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