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Cuentos Infantiles: Ada


Miradla, tan lánguida y débil como una rosa, impregnada de esa tristeza que atraviesa su alma como un haz de luz. No se separa de la ventana, esperando la noche. Su anciana tía la mira fugazmente, porque no quiere que Ada se de cuenta de que la mira, porque si lo hace aún se pondrá más triste. Desde la cabaña de madera se ve tras el cristal como quien mira tras un vaso empañado. 

La lluvia tenue ha formado una espesa cortina de humedad que apenas permite visualizar el exterior, pero en cambio Ada, muy pacientemente, ha dibujado un círculo con su dedo que le acerca más al bosque. Tía Mondana, que teje mientras observa sobre sus lentes la figura de la muchacha, suspira y le dice: "Ya son las seis, Ada. Creo que ya puedes salir". Ada asiente con la cabeza, se yergue y se tapa con un chal de punto marrón. Fuera hace frío y la lluvia la calará. 

Tía Mondana se levanta de su silla antes de que la muchacha se marche. "Ada, ¿de verdad quieres salir esta noche? Vas a pasar frío. Ese chal no te va a calentar nada". Pero Ada mediosonríe sin decir palabra y se marcha. En el fondo, tía Mondana sabe que Ada es la propia Naturaleza y que ni el frío ni la lluvia evitarán sus perennes salidas nocturnas. La anciana recuerda todas las noches lo que hacía años había sucedido, y no puede remediar las lágrimas al rememorar el pasado.

Aquello pasó hace muchos años, cuando Mondana no era más que una adolescente de quince años amante de libros de fantasía y de duendes. Su hermana

Historias Infantiles: Las Aves Nocturnas


En un reino desconocido para todo el mundo, excepto para los que en él vivían, existía, realmente aún existe, un muchacho joven, vivaracho o con un gran amor hacia la naturaleza, el cuál era siempre acechado por los otros jóvenes de la región que solo pensaban en divertirse.

El joven, llamado Al, era un típico joven de la región, pelo oscuro, tez blanca, ojos café obscuro, estatura mediana, y como en toda historia entre el bien y el mal, existía, o existe, otro joven, quién despreciaba toda la belleza que lo rodeaba, cabe aclarar que Vic era bastante bien parecido, rubio, de ojos azules, con gran personalidad.

Vic era admirado por todas las chicas del reino, excepto por una, Dai.

Y como en toda historia, esta chica era pretendida por Vic.

Dai no tenía preferencia por nadie, pues ella estaba segura que la persona a la que ella amaría llegaría de manera espontanea, pero sabía también que antes de amar a una persona, primero debería admirarla.

Cierto día, en un paseo escolar, los alumnos del alquimista fueron a recorrer los alrededores del reino, escalaron una montaña, el alquimista Roland les dijo que no se aventuraran a las cuevas porque podrían encontrarse en peligro de muerte, ya que por las noches salían aves nocturnas sedientas de sangre.

Obviamente estas prohibiciones no se deben hacer a los adolescentes, porque son invitaciones a desobedecer, ¿o sería un plan con maña de parte de Roland?.

El caso es que Vic, junto con otros chicos y chicas, incluyendo a Dai, se aventuraron en las cuevas, en total fueron 10 chicos curiosos, bueno 11, lo que pasa es que Al decidió ingresar también pero para estudiar esas aves que la gente decía que bebían sangre, ya que cierto día por la mañana, él encontró una de ellas en su balcón, la cuál estaba muriendo, y la verdad que no le pareció tan mala.

Lo cierto de todo esto es que anocheció y de los 11 muchachos solo regresaron 6, los otros 5 quedaron perdidos en la soledad de las cuevas.

Roland tuvo que volver al pueblo e informar al rey lo sucedido.

Por último, el rey tuvo que informar de lo sucedido a su comunidad, quedando 3 familias en la desolación de no saber que ha pasado con sus seres queridos.

Los desaparecidos son: Vic, Dai, Al, Bobe y su hermana Nila.

Mientras tanto en las cuevas, Vic, Dai, Bobe y Nila se encontraban perdidos, asustados y hambrientos, se escondieron al escuchar salir a las aves nocturnas de la cueva; y como sucede en estas situaciones desesperadas, habían empezado a discutir entre ellos; la verdad de las cosas es que Vic había querido impresionar a Dai y la guió, junto con los demás, a lo mas recóndito de las cuevas para después regresarlos a la luz y aparecer como héroe, rescatando a sus compañeros de ese peligroso lugar; el problema es que también se había perdido.

Todo se agravó cuando el grupo de muchachos decidió avanzar y llegó hasta un lugar donde se encontraban los nidos de las aves, las que cuidaban dicho nido, los olfatearon y los empezaron a rodear, a lo que Vic respondió aventándoles piedras,

Cuentos Infantiles: El Grillo y El Sapo


Érase una vez, un grillo montado en una cerca con sus amigos en el bosque, y el grillo y sus amigos estaban jugando a las escondidas.

El grillo se escondió detrás de un árbol donde vivía un sapo. Éste, no tenía amigos porque ere un sapo feo y un poco repugnante.

El sapo estaba llorando cuando llego el grillo, quien le preguntó: ¿por qué estás llorando?

El sapo le respondio: “porque no tengo amigos…“. Entonces, el grillo le dijo al sapo: ¿quieres ser mi amigo?

El sapo le respondió: “¿usted no me ve que soy feo y asqueroso?

“No me pareces un buen sapo y humilde”, le respondió el grillo.

“¿Y por qué dices eso?, mis amigos me dicen que soy feo y asqueroso….”, le respondió el pobre sapo.

“Venga vamos, que te voy a presentar a mis amigos y como eres mi amigo, mis amigos tambien serán tus amigos”, le dijo el grillo.

Así fue como el sapo fue un gran amigo de los grillos, y el sapo y el grillo, fueron felices para siempre.
Fuente:cuentosinfantilescortos.net

Larguilucho y El Árbol de Navidad


Había una vez un palo de golf, llamado Larguilucho, que jugaba todos los días al golf, en un campo para la práctica de este deporte a las afueras de Madrid.

El palo de golf era un maravilloso golfista, y siempre ganaba campeonatos y torneos de golf.

Bueno siempre… siempre no…. ya que un día apareció un árbol nuevo en el campo de golf, llamado Arbolito, al que le gustaban mucho las pelotas que se usaban en este deporte, y las solía guardar para cuando llegara la Navidad, y colocárselas todas en sus ramas.

A los cuidadores del campo les pareció un árbol muy bonito, y Arbolito llegó a ser la mascota del campo de golf…

Cuando se enteró Larguilucho, el palo de golf, de a quién habían nombrado la mascota, se enfadó muchísimo. Y es que Arbolito no dejaba de coger las pelotas de golf que Larguilucho lanzaba, y así Larguilucho no podía jugar al golf.

Cuando llegó Diciembre, Larguilucho le compró unas bolas de Navidad a Arbolito, para que se las colgara y dejara de molestarle.

Pero a Arbolito le gustaban las pelotas de golf, y no otras…

Así que Arbolito se fue colgando en sus ramas todas las bolas de golf que tenía, para ser un gran árbol de Navidad.

Larguilucho no sabia que hacer.. así que decidió llegar a un trato con Arbolito, y le dijo: “Hola Arbolito, tú me has quitado todas esas pelotas de golf que llevas colgadas… y yo las necesito para jugar al golf. ¿Podrías devolvérmelas, a cambio de estas bolas de Navidad tan bonitas?”

Y el árbol de Navidad contestó: “No trates de engañarme Larguilucho, las pelotas de golf son más bonitas que esas brillantes bolas de Navidad“.

Entonces a Larguilucho se le ocurrió una gran idea: pintar las bolas de Navidad como las pelotas de golf, es decir, de blanco y como si tuviera pequeños bocados.

Volvió a ver a Arbolito y le dijo: “Mira arbolito, te dejo estas bolas de Navidad que además son como pelotas de golf, y así tu disfrutas con tus adornos, y si me devuelves mis pelotas de golf yo podré jugar al golf como siempre. ¿Qué te parece?”

Arbolito estuvo pensando un rato, y se dio cuenta de que así los dos salían ganando, y que había sido egoísta y no tenía que haber molestado a Larguilucho, y buscarse una forma de conseguir pelotas de golf sin quitárselas a nadie.”

Además, en Navidad especialmente, había que tratar de pensar en los demás y no en uno mismo.

FIN






















Cuentos para niños escritos por: www.cuentosinfantilescortos.net

Cuentos para niños: La ranita de la voz linda


En un charco, a orillas de un río, vivía un grupo de ranas. Se lo pasaban todo el día croando y croando. ¡Croooc! ¡Croooc!...

Aquel día era muy especial porque las ranitas pequeñas cantarían por primera vez. Una a una fueron cantando: ¡Crooc! ¡Crooc!.

Hasta que saltó al escenario, que era una piedra en medio del agua, una ranita, que en vez del famoso ¡Crooc! ¡Crooc!, ¡cantó una hermosa melodía, con una bellísima voz de soprano!.

Todos quedaron paralizados. Simplemente no lo podían creer. ¡Una rana que sí cantaba bien!

La novedad corrió por todo el valle y llegó a oídos, de un representante de artistas, que se apresuró a ir a buscar a la ranita cantora. La llevó a los más grandes escenarios del mundo y grabó muchos discos. Todos la admiraban y querían tomarse fotos con ella.

Sin embargo, la ranita no era feliz. Ella quería volver a su charco, con su familia y sus amigos. Pero era esclava de su voz y de su fama. No podía volver.

Hasta que, en medio de un recital, en un reino muy lejano, la ranita cantora cambió su dulce canto, por el canto natural de las ranas, el ronco ¡Crooc! ¡Crooc!... El público la empezó a pifiar y las pifias eran música para la pequeña, porque se dió cuenta que ahora podría volver a su charco añorado.

Ahora la ranita sí es feliz. Y cantando ¡Crooc! ¡Crooc! ¡Crooc!, pero con su familia, sus amigos y su charco.

Cuento Infantil: El mono que queria leer


En un país donde la vegetación exuberante crecía a poca distancia de los rascacielos de la ciudad había una selva con árboles frondosos, ríos abundantes y pájaros de colores diversos. Ahí vivía una bulliciosa tribu de monos.

Antón era un mono grande y un poco gordo al que trataban como si fuera el jefe. Aunque le gustaba holgazanear, una vez que lograba vencer la pereza no le costaba tomar decisiones. Algunas veces, en un periquete, encontraba soluciones a los problemas de la comunidad monil. Bueno, en un periquete... cuando los problemas no eran muy difíciles.

A Antón le gustaba tenderse en la hierba y sentir sobre su cuerpo los rayos tibios del sol. Y estirarse, estirarse mucho. Se pasaba mucho tiempo mirando las copas de los árboles y haciendo guiños con los ojos porque el sol le impedía abrirlos de par en par.

El terror de Antón era el pequeño Federico, un mono delgadito e inquieto que siempre acababa saliéndose con la suya. Federico había aprendido a leer y tanto le gustaban los libros que releía una y otra vez los que tenía en su casa.

Antón estaba esperanzado porque pensaba que la afición de Federico sería su aliada. En otras palabras, que gracias a la pasión de Federico por la lectura, él se vería libre de los requerimientos del infatigable benjamín.

Antón cuando pensaba en Federico lo llamaba así: Benjamín, porque lo quería como a un hijo y contemplaba sus trastadas como las de un hijo pequeño. Esto nunca se lo había dicho a Federico: era su secreto. Pero... su gozo pronto estaría en un pozo.

Federico tenía una amiga un poco mayor que él. No mucho, aunque ella no dejaba de hacerle notar la diferencia de edad. Le gustaba exhibir sus conocimientos y experiencia. Como era alegre y generosa, podía perdonársele que fuese algo presumida. Se llamaba Sira.

A su edad conocía bastante bien la ciudad porque había estado allí acompañando a sus padres, que eran músicos y tocaban en una orquesta. Durante el curso escolar actuaban en el teatro de la selva, pero en el verano iban de gira por teatros de la ciudad.

El caso es que Sira, en su último viaje, cuando sus padres estaban ensayando, se dirigió a la biblioteca de la ciudad. Ricarda, la señorita que atendía, era muy amable. Enseguida ayudó a Sira a llevar los libros que había elegido a la mesa de lectura.

Sira, con intención de darle pelusa a Federico, se jactó de la cantidad de aventuras que vivió con aquellos libros. Y fue tan verosímil, es decir, creíble (bueno... lo que decía sonaba a verdad porque de verdad se lo había pasado requetebién) que logró provocar algo que no había imaginado. Algo que producía escalofríos

Cuento Infantil: La Super Abuela


El día estaba húmedo y Barry se sentía afligido. Sonó el timbre y todos los niños salieron al patio de la escuela. Barry observó que dos muchachos daban vueltas por la puerta. Se dirigieron hacia él y lo empujaron.

"Mira, es Barry Robinson", dijeron.
"Danos tu dinero o te golpeamos".
Barry les entregó el dinero de la comida.,
"Ahh, mírenlo al pequeño Barry", dijo Scott Dixon el grandote. "¿Cómo está tu abuelita?" y todos los chicos se rieron.
"Dejen en paz a mi abuelita", dijo Barry.
"Tu abuela nada puede hacer", dijo Scott Dixon. "Todos lo saben".
"Sí que puede", dijo Barry.

En ese momento observaron que una persona pequeña se acercaba a las rejas de la escuela. Estaba vestida de negro y llevaba un paraguas. Era muy pequeña. La persona alzó la vista y los muchachos reconocieron a la abuela de Barry. Ingresó al patio de la escuela y miró a Scott Dixon y a su amigo Lee.

"Los he estado obervando", les dijo.
Lo levantó a Scott Dixon y lo arrojó por el aire. Vólo veinte metros y chocó ruidosamente contra el muro de la escuela.

"¡Eso le dará una buena lección!", dijo la abuela. "Ven Barry, vamos a casa". Barry sonrió y el resto de los chicos se quedaron mirando estupefactos. "¡La abuela de Barry puede hacer cualquier cosa!", dijeron.

Al día siguiente la abuela y Barry fueron de compras. Tomaron el autobús a la ciudad y fueron al mercado. Luego esperaron en la parada por el autobús de regreso a casa.

De pronto escucharon un ruido. Había un negocio al otro lado de la calle – una joyería con relojes y anillos de oro. Sonó una alarma y la vidriera se destrozó. La abuela y Barry cruzaron la calle. Observaron que dos hombres con armas de fuego se llevaban todos los objetos de gran valor.




La abuela entró al negocio con su paraguas. Los dos hombres la vieron y se echaron a reir. "Miren a esta amorosa vieja", dijeron. Entonces la abuela le aplicó un golpe de karate a uno de los hombres. Cayó al piso. Golpéo al segundo hombre con su paraguas y cayó al piso también. Tres minutos después llegó un patrullero. Se llevó presos a los dos hombres.

"Gracias, abuela", exclamó el agente de policía.

Barry y la abuela se fueron a su casa. A las seis de la tarde vieron el noticiero por televisión. La noticia era espantosa. Un enorme edificio de Londres se estaba incendiando. Vieron como la gente daba alaridos y gritaba, "¡Socorro! ¡Sálvennos!".

"¡Vamos Barry!", dijo la abuela. Los dos salieron al jardín y la abuela abrió el paraguas. Lo sujetó a Barry por su mano y se elevaron por el aire. ¡Estaban volando!

Volaron velozmente por un largo trecho. Se cruzaron con un avión y la abuela saludó al piloto. ¡Se quedó sumamente asombrado!

Llegaron a Londres donde estaba el edificio en llamas. Era muy elevado y la gente se encontraba en las ventanas.
"¡Auxilio, auxilio!", gritaban.
La abuela dejó a Barry y salió volando hacia la cima del edificio con su paraguas. De uno en uno ella salvó a toda la gente.

Los bomberos exclamaron, "Gracias, abuela", y la abuela sonrió.
"¡Vamos Barry!", dijo ella. "Vamos a casa a tomar el té".

El lunes por la mañana la abuela recibió una carta de la Reina. Esta decía: "Gracias, abuela", y se adjuntaba una medalla.

En la escuela todos lo observaban a Barry.
"Miren, ése es Barry Robinson – su abuela puede hacer cualquier cosa!".

Pero Barry sólo sonreía.

Cuentos Infantiles: El hada Muérdago


El hada Muérdago es pequeña, muy pequeña. Viste de verde y rojo y, cuando se siente especialmente entusiasmada o nerviosa, agita sin parar sus hermosas y centelleantes alas de color dorado.

El hada Muérdago es graciosa, muy graciosa y también divertida, alegre y bulliciosa pero, sobre todo, es una de las hadas más responsables y sensatas de todo el bosque mágico lo cual motivó -hace ya muchos, muchos años- que el Consejo Supremo de las Hadas decidiera nombrarla Guardiana de la Magia de la Navidad. Una gran elección, sin duda. Ni un sólo año, desde que ella se hizo cargo del asunto, ha faltado la Navidad en nuestro mundo.

Bueno, hubo cierta vez en que casi, casi nos quedamos sin ella. Pero sólo casi.

Cada año, la pequeña Muérdago, días antes de emprender el vuelo para esparcir la magia por todo el mundo, inspeccionaba el cofre donde la guardaba -bajo siete llaves y siete candados- para asegurarse de que todo estuviera en perfectas condiciones, le quitaba un poco el polvo, le daba brillo y la dejaba lista para el gran día. Pero ese triste año, Muérdago se llevó una gran -y desagradable- sorpresa:

Cuentos para niños: La Luna Ahogada


En el principio del mundo, sólo había ciénagas y pantanos, y la Luna brillando sobre ellos para iluminar el camino en la noche con su luz plateada.

Pero en las noches de Luna Oscura, cuando Ella ocultaba su rostro blanco sumergiendo a la tierra en un mar de tinieblas, entonces las criaturas de la oscuridad, los espectros y los fuegos fatuos, los seres viscosos más viejos que el tiempo, surgían de los pantanos para conducir a los caminantes a la boca de la muerte.

Cuando Ella lo supo se sintió furiosa. Cubrió su luz clara con un manto de terciopelo negro y descendió al mundo mortal.

En los pantanos no había más luz que el suave resplandor de sus pies sobre la tierra oscura y húmeda. Las criaturas de la oscuridad saltaron sobre Ella entonces, la hicieron caer al agua estancada y la retuvieron enredándola en las raices frías de las plantas acuáticas.

La capucha que cubría la cara resplandeciente de la Luna calló precisamente cuando pasaba junto al pantano un viajero extraviado, y su luz se extendió por la superfície del agua. Dando las gracias por haberse salvado de una muerte segura, el hombre volvió a su casa rápidamente, sin pensar ni un instante de dónde había surgido la blanca luz salvadora.

Y mientras, las crueles criaturas de la noche hundieron aún más a la Luna, y pusieron una enorme piedra sobre su pecho para que nunca más pudiese salir.

Muy pronto, sin embargo, la gente empezó a preguntarse que había sido de Ella. Las noches pasaban, una detrás de la otra, siempre iguales, siempre negras, y la luz no volvía. Solo entonces el caminante recordó la plateada luz de los pantanos, y comprendió lo que había sucedido. Llamó a la gente del pueblo y les dijo "La Luna se ha ahogado en los pantanos" y allí se dirigieron, con cuerdas y luces.

En el lugar donde el viajero había visto la luz no había más que una piedra, más negra que la misma noche, surgiendo del agua estancada.

Tiraron y empujaron, durante las largas horas oscuras, entre las furiosas criaturas nocturnas de las que solo les separaba la débil luz amarilla de sus lámparas.

La piedra cedió. Se movió a un lado y la hermosa Luna, de rostro blanco y luminoso, apareció debajo. Y ante los ojos asombrados de los aldeanos, la Luna Ahogada flotó sobre los pantanos y subió a ocupar su lugar en el cielo.

Y desde ese día, dicen, la Luna brilla aún con más fuerza sobre ciénagas y pantanos, manteniendo así alejados a todos los espíritus malignos que pueblan la oscuridad.
Autora: Miss Delirio

Cuento Infantil: El Angel de la casa


Era el camino obligado de todas las tardes. En el invierno esas caminatas por el barrio desde la avenida Cabildo hasta su casa eran oscuras además de frías. El sol caía temprano y las altas magnolias, camelias y palmeras de la casa, oscurecían el lugar y lo alargaban sobre las veredas.

Quizás por ello amaba el verano, porque a pesar de la hora podía admirar el frente, aún hermoso, del primer piso de la casa vieja. Más arriba un solitario mirador de techo de pizarra.

El ángel parecía colgado de él.
Según los datos que se conocían en el barrio la construcción de la casa de Delcasse era del año 1883. El frente sobre la calle Cuba tenía el número 1919. Los fondos, siguiendo por Sucre, llegaban hasta Arcos donde un cedro gigantesco extendía sus ramas sobre un antiguo portón de hierro tan simple y oxidado que pasaba inadvertido.

Se decía -relatos de viejos- que en esos fondos, en ese jardín de atrás donde el propietario había levantado un pabellón que funcionaba como sala de armas, habían sucedido los últimos duelos en Buenos Aires.
El portón herrumbrado y seguramente imposible de abrir permitiría en años aquellos la entrada de los contendientes, sus padrinos y alguno que otro testigo. Seguramente la salida era más furtiva y manchada de sangre...
Nada indicaba ahora que la casa estuviese habitada. La puerta alta de madera permanecía siempre cerrada así como las pocas celosías que se podían ver, todas del primer piso. El muro y el portón no dejaban ver el jardín y las ventanas de abajo.

Cuentos para Niños: El Amor y La Locura


En el principio de los tiempos, cuando no existía nada. Cuando ni siquiera el tiempo existía porque nadie había inventado nada para llevarle la cuenta. Cuando el hombre todavía no existía, en mitad del universo estaban reunidos los vicios y las virtudes que más tarde poblarían a los humanos en mayor o menor medida.

Y los vicios y las virtudes se pasaban todo el día discutiendo y peleando, sobre todo azuzados por la Ira y la Discordia. Y discutían sobre quien habitaría el cuerpo de los humanos, si los vicios o las virtudes. Y no se ponían de acuerdo porque unos decía que habría mas virtudes que vicios en los humanos y otros que al revés, que sería mayor el número de vicios que estarían en los humanos.

Y como nadie se ponía de acuerdo. La Locura, que estaba loca, tubo una idea que le pareció genial. Y dando brincos en mitad de la reunión dijo:

- Tengo una idea, tengo una idea para solucionar la discusión.

Todos se quedaron expectantes. Y la Locura dando carreras sin ton ni son y saltando por todos lados dijo:

- Es una idea genial que seguro que no falla. Sí, sí, sí, sí

En este punto la Intriga, que estaba realmente intrigada, pensó:

Cuentos para niños: La pastora y el deshollinador


Había una vez...

... En una sala con recuerdos de antepasados, un aparador con la madera ennegrecida por el paso de los años, y totalmente tallado de flores, hojas y cargados ornamentos. Entre las rosas y los tulipanes ridículamente socavados en la madera, asomaban unas cabecitas de ciervos con grandes astas, y en el mismo centro se presentaba la figura de un hombre de expresión burlona, con patas de chivo y cuernos en la frente. Se lo representaba con larga barba y los niños de la casa lo habían apodado: "General-Mandamás-en-Vanguardia-y Retaguardia-Guillermitopatasdechivo".

Era un nombre de muy difícil pronunciación, y no son muchos los que alcanzan un grado tan alto en el ejército. Tenía que haber sido un personaje muy importante, pues si no ¿quién se hubiera tomado tanto trabajo en tallarlo? En fin, de todos modos, allí estaba; y todo el tiempo le era poco para mirar hacia la mesa que había debajo del espejo, por la sencilla razón de que allí se ubicaba una linda pastorcita de porcelana.

La pastorcita llevaba zapatos dorados, el vestido delicadamente sujeto con una rosa roja, un sombrero de oro y un cayado también de oro: era sencillamente encantadora. Muy cerca de ella estaba colocado un pequeño deshollinador de chimeneas, negro como el carbón, aunque también estaba hecho de porcelana. Realmente era tan limpio y pulcro como el que más, pues, como ven, no dejaba de ser un deshollinador de adorno. El artesano que lo hizo, de habérselo propuesto, habría podido convertirlo fácilmente en un príncipe, pues sostenía su escalera de la manera más graciosa y sus mejillas eran tan rosadas y blancas como las de una muchacha. Esto acaso fuera un defecto, ya que no le habrían venido mal algunas manchas de tizne.

Lo habían ubicado muy cerca de la pastora, y como era de esperarse, se enamoraron enseguida. Sin duda que estaban hechos el uno para el otro, pues ambos venían de la misma porcelana y eran igualmente jóvenes y frágiles.

Cerca de ellos, casi tres veces más grande, había otra figura: un chino viejo que podía menear la cabeza. También estaba hecho de porcelana y afirmaba, aunque no podía probarlo, que era el abuelo de la pastorcita. Fuese o no verdad, pasaba por guardián suyo, así que cuando el General-Mandamás-en-Vanguardia-y-Retaguardia-Guillermitopatasdechivo pidió la mano de la pastora, el chino viejo se la concedió con un movimiento de la cabeza.

—Ése es el esposo que te conviene —le dijo—; apostaría a que está hecho de caoba. Serás la señora del General-Mandamás-en-Vanguardia-y-Retaguardia-Guillermitopatasdechivo.
Ese aparador suyo está lleno de plata, y ¡vaya usted a

La nube de los secretos


El tren salió de su tunel oscuro, y los pasajeros se incandilaron con la luz del sol que estaba atardeciendo en el mar. La niña de dorados rizos, que estaba sentada en el regazo de su mamá, le decía que todavía habían bañistas en la playa aunque el verano playero acababa de terminar, y le preguntó:

--¿Las olas hablan, mamá?

--Claro, hijita, las olas son quienes viajan por todo el mundo con sus blancas bocas, y se cuentan unas a otras lo que ha pasado, por los lugares donde han estado.

A veces se rien mucho, y por eso oyes muchos splash seguidos en la rompiente, otras veces están enfadadas y hay holas grandotas que rompen haciendo mucho ruido, como quien da un portazo, en algunas ocaciones están perezosas y ni se mueven, es porque están dormitando y una pequeña ola, que casi no dice nada sobre la arena, significa que está roncando.

--¡Mira mamá! Qué nube más rara.

--Si, tienes razón, esa nube es la nube de los secretos. ¿Sabes qué hace esa nube? —Le preguntó en secreto la mamá.

--Si... Escucha los secretos de todos... —Dijo la niña riéndose.

--Bueno, en cierta manera si. Todas las olas le cuentan sus secretos a ella, porque saben que ella no los contará a nadie. También lo hacen los delfines y todos los animales del agua. ¿Sabes qué otros animales de agua hay? —Le preguntó animándola a pensar un poquito.

--Si... Los pájaros de agua —Contestó riendo.

--Y... ¿Cómo se llaman? Ga... —Le daba una ayudita.



Cuentos para niños: El Árbol del Ruiseñor


Hubo una vez un lindo ruiseñor que hacía su nido en la copa de un gran roble. Todos los días el bosque despertaba con sus maravillosos trinos.

La vida volvía a nacer entre sus ramas. Las hojas crecían y crecían. También lo hacían los polluelos del pequeño pajarito.

Su nido estaba hecho de ramitas y hojas secas.

Algunas ardillas curiosas se acercaban para ver como los polluelos picoteaban el cascarón hasta dejar un hueco en el que poder estirar su cuello. Empujaban con fuerza y lograban salir hacia fuera.

Sus plumitas estaban húmedas. En unas cuantas horas se habrían secado y los nuevos polluelos se sorprenderían de lo que les rodeaba.

El árbol estaba orgulloso de ellos. Él también era envidiado por los demás árboles no sólo por tener al ruiseñor sino por la belleza de su tronco y sus hojas. Era grandioso verlo en primavera.

Al llegar el otoño, las hojitas de los árboles volaban hacia el suelo. Con gran tristeza caían, pero el viento las mimaba y las dejaba caer con suavidad. Al pasar el tiempo éstas serían el abono para las nuevas plantas.

Al ruiseñor le gustaba jugar entre sombra y sombra. Revoloteaba haciendo piruetas, buscando la luz y cuando un rayo de sol iluminaba sus plumas, unas lindas notas musicales acompañaban su alegría y la de sus polluelos.

Un día un hongo fue a vivir con él. Ya lo conocía de antes se llamaba Dedi, bueno, tenía un nombre muy raro, pero ellos le llamaban así.

El roble comenzó a sentirse enfermito, tenía muchos picores y su piel se arrugaba.

De vez en cuando le corría un cosquilleo por el tronco.

Estaba un poco descolorido, ni siquiera tenía ganas de que los ciempiés jugaran alrededor de sus raíces.

Él hongo estaba celoso del árbol y de su amistad con el ruiseñor.

Pensó que si le enfermaba, el ruiseñor le haría mas caso a él, envidioso de su amor no le importó hacerle sufrir.

Los demás animales convencieron al hongo para que abandonara al árbol. Así conseguiría, ser su amigo pero nunca por la fuerza.

A partir de aquel día siempre se juntaban para ver amanecer.

El hongo aprendió una gran lección, su poder y su fuerza debía utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir.

Cuentos para niños: El Album


El consejero administrativo Craterov, delgado y seco como la flecha del Almirantazgo, avanzó algunos pasos y, dirigiéndose a Serlavis, le dijo:
-Excelencia: Constantemente alentados y conmovidos hasta el fondo del corazón por vuestra gran autoridad y paternal solicitud...
-Durante más de diez años-le sopló Zacoucine.
-Durante más de diez años... ¡Hum!... en este día memorable, nosotros, vuestros subordinados, ofrecemos a su excelencia, como prueba de respeto y de profunda gratitud, este álbum con nuestros retratos, haciendo votos porque vuestra noble vida se prolongue muchos años y que por largo tiempo aún, hasta la hora de la muerte, nos honréis con...
-Vuestras paternales enseñanzas en el camino de la verdad y del progreso-añadió Zacoucine, enjugándose las gotas de sudor que de pronto le habían invadido la frente-. Se veía que ardía en deseos de tomar la palabra para colocar el discurso que seguramente traía preparado.
-Y que-concluyó-vuestro estandarte siga flotando mucho tiempo aún en la carrera del genio, del trabajo y de la conciencia social.
Por la mejilla izquierda de Serlavis, llena de arrugas, se deslizó una lágrima.
-Señores-dijo con voz temblorosa-, no esperaba yo ésto, no podía imaginar que celebraseis mi modesto jubileo. Estoy emocionado, profundamente emocionado y conservaré el recuerdo de estos instantes hasta la muerte. Creedme, amigos míos, os aseguro que nadie os desea como yo tantas felicidades... Si alguna vez

Cuento: Abad y Los Tres Enigmas


Esto era una vez un viejo monasterio, situado en el centro de un enorme y frondoso bosque, en el que vivían muchos frailes.

Cada fraile tenía una misión diferente, así había un fraile portero, otro médico, otro cocinero, otro bibliotecario, otro pastor, otro jardinero, otro hortelano, otro maestro, otro boticario, es decir había un fraile para cada cosa y todos llevaban una vida monástica entregada al estudio y a la oración. Como en todos los monasterios, el fraile que más mandaba era el abad.

Se cuenta que había llegado a oídos del Señor Obispo de aquella región que el abad del monasterio era un poco tonto y no estaba a la altura de su cargo.

Para comprobar las habladurías de la gente le hizo llamar y le dio un año de plazo para que resolviera los tres enigmas siguientes:

1º) Si yo quisiera dar la vuelta al mundo ¿Cuánto tardaría?
2º) Si yo quisiera venderme ¿Cuánto valdría?
3º) ¿Qué cosa estoy yo pensando que no es verdad?

El abad regresó al monasterio y sentó en su despacho a pensar y pensar, y pensó tanto que por las orejas le salía humo. Se pasaba todo el día pensando, pero no se le ocurría nada, pensar sólo le daba un fuerte dolor de cabeza. Hasta entró en la biblioteca del monasterio por primera vez en su vida para buscar y rebuscar en los libros las soluciones y las respuestas que necesitaba.

Pasaba el tiempo sin que el abad resolviera los enigmas que le había planteado el Señor Obispo. Cuando ya quedaban pocos días para que se cumpliera el año de plazo salió a pasear por el bosque y se sentó desesperado debajo de un árbol.

Un joven y humilde fraile pastor que estaba cuidando las ovejas del monasterio le oyó lamentarse y le preguntó qué le ocurría. El abad le contó la entrevista con el Señor Obispo y los tres enigmas que le había planteado para probar sus conocimientos. 

El frailecillo le dijo que no se preocupara más porque él sabría como contestar al Señor Obispo. Así que, el mismo día que se terminaba el año de plazo, se presentó el joven fraile ante el Señor Obispo disfrazado con el hábito del abad y la cabeza cubierta con la capucha para que el Obispo no pudiera reconocerlo.

Después de recibirlo, el Señor Obispo quiso saber las respuestas a sus enigmas y volvió a plantear al falso abad la primera pregunta:
- Si yo quisiera dar la vuelta al mundo ¿Cuánto tardaría?
- Si Su Ilustrísima caminara tan deprisa como el sol -contestó rápidamente el frailecillo- sólo tardaría veinticuatro horas.
El Obispo después de pensarlo un rato quedó satisfecho con la respuesta, así que pasó a la segunda pregunta:
- Si yo quisiera venderme ¿Cuánto valdría?
El frailecillo respondió sin dudarlo:
- Quince monedas de plata.
Cuando el Obispo oyó esta respuesta preguntó:
- ¿Por qué quince monedas?
- Porque a Jesucristo lo vendieron por treinta monedas de plata y es lógico pensar que Su Ilustrísima valga sólo la mitad.
Le iban convenciendo al Señor Obispo las respuestas de aquel abad y empezaba a pensar que no era tan tonto como le habían dicho.
Entonces realizó la tercera y última pregunta:
- ¿Qué cosa estoy yo pensando que no es verdad?
- Su Ilustrísima piensa que yo soy el abad del monasterio cuando en realidad sólo soy el fraile que cuida de las ovejas.
Entonces el Obispo, dándose cuenta de la inteligencia de aquel joven fraile, decidió que el frailecillo ocupara el cargo de abad y que el abad se encargara de las ovejas.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado, si quieres que te lo cuente otra vez cierra los ojos y cuenta hasta tres.

Cuentos para Niños: El alumno Teddy y su Maestra


Su nombre era Mrs. Thompson. Mientras estuvo al frente de su clase de 5o. grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira.

Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado Teddy Stoddard.

Mrs. Thompson había observado a Teddy desde el año anterior y había notado que el no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba muy descuidada y constantemente necesitaba darse un buen baño.

Teddy comenzaba a ser un tanto desagradable. Llego el momento en que Mrs. Thompson disfrutaba al marcar los trabajos De Teddy con un plumón rojo haciendo una gran X y colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.

En la escuela donde Mrs. Thompson enseñaba, le era requerido revisar el historial de cada niño, ella dejó el expediente de Teddy para el final. Cuando ella revisó su expediente, se llevó una gran sorpresa. La Profesora de primer grado escribió: "Teddy es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales... es un placer tenerlo cerca".

Su profesora de segundo grado escribió: "Teddy

Cuento: La Asamblea en la Carpinteria


Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea.

Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.

El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y además se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

Ante el ataque,el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.

Y la lija estuvo de acuerdo, a condición que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.

Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo.

Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación.

Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho,

Cuentos para Niños: Aprendiz de Samurai


Hoy era un día feliz para Kan, hoy cumplía 12 años y su padre había prometido concederle el mayor de los tesoros. Una espada de Samurai. Naturalmente no sería una espada de doble diamante como la de su padre, sería una sencilla espada katana. Lo demás habría de ganárselo por si mismo. Era un inmenso honor el que le hacía su padre. A partir de ahora dejaba de ser un niño para convertiste en todo un aprendiz de Samurai. Un brillante futuro se presentaba por delante si estaba dispuesto a aprender y a trabajar. Y kan lo estaba desde lo más profundo de su corazón.

Su padre Kazo estaba frente a él, solemne e imponente como era natural en su persona. El anciano Samurai aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía, solo su larga cabellera blanca y unos ojos llenos de sabiduría rebelaban su verdadera edad. Su armadura de General Samuai reflejaba los dorados rayos del sol como si fuera de oro mientras que los dobles diamantes engastados en la empuñadura de su propia espada katana formaba un doble arco iris enlazado en su base. Kazo había luchado mil batallas y formado a cientos de Samurais, y por fin hoy iba a instruir a su propio hijo. Un acontecimiento que llevaba esperando desde hace doce años. En sus manos sostenía la futura katana de su hijo, un arma poderosa que debía usarse con sabiduría. Kan debía entender que lo más importante de un Samuai no era su arma, sino su sabiduría y su honor.

La cara de Kan resplandeciente de honor y gozo al recibir su espada, llenó el corazón de su padre de un orgullo como nunca antes había sentido. Ahora ya era oficial, el joven aprendiz había superado todas las sutiles trampas que se le habían tendido y por sus propios méritos se había convertido en uno más del clan.

Esa misma noche, después de las celebraciones y las risas, padre e hijo se sentaron juntos alrededor de la hoguera. La noche era cálida y en el cielo lucían las estrellas como luciérnagas en un estanque, la Luna llena brillaba con fuerza, como si quisiera arropar al joven Samurai con sus rayos de luz.

Cuento Infantil: Agua del Pozo


Había una vez una vez un hombre de noble cuna , que después de atravesar el desierto llego a un poblado lleno de árboles y huertos y lo primero que encontró fue un pozo , sediento como estaba se acerco para saciar su sed , pero el agua estaba tan profunda , que era inaccesible y nada de su alrededor podía facilitarle el alcanzar el agua , por ello decidió sentarse junto al pozo a esperar que pasara alguna cosa y confiando en Dios.

Al poco rato , se aproximo una mujer con una jarra asentada en su cadera y una cuerda en la mano. Al verle allí sentado , con una sonrisa le saludó. - " La paz de Dios sea contigo"y el le respondió .-" Su paz sea contigo"Y la mujer sin decir nada , deslizo de sus manos la cuerda dentro del pozo y atada en un extremo la jarra , que hizo descender lentamente y con cuidado luego se oyó el chapoteo de la jarra al hundirse en el agua , entonces la mujer alargando el brazo , removió la cuerda para que se llenara el recipiente y empezó a tirar de ella hacia arriba con fuerza y cuidado.

Mientras el hombre sentado al lado del pozo le contaba , lo mucho que había viajado y que había conocido todo tipo de pozos .La mujer de
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