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Estamos Cumpliendo nuestro primer año
In CuentosHistorias Infantiles: JUANILLO, EL NIÑO VELOZ
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Historias Infantiles, In Juanillo El Niño VelozHabía una vez un niño chiquitillo, Juanillo, que tenía un pequeño problema en las piernas, y es que cuando hacia carreras con sus amigos le temblaban las piernas y nunca conseguía ganar.
Él se sentía muy mal y no quería hacer mas carreras con sus amigos porque siempre le ganaban. Entonces un día, un amigo de la clase de al lado le dijo: “¿quieres que te diga como ganar las carreras con tus amigos?”, y Juanillo, contestó: “claro que sí, quiero ganar a mis amigos alguna vez”.
Entonces, fueron a la pista de carreras del colegio, y allí el chico de la clase de al lado, le estuvo diciendo trucos para que sus piernas fueran más fuertes y así obtendría más potencia en las carreras. Estuvieron entrenando durante 3 horas, y cada vez, Juanillo veía como, en cada nueva carrera, conseguía mejorar su tiempo.
A las 2 semanas, Juanillo estaba con sus amigos y les propuso hacer una carrera, entonces uno de sus amigos le dijo ” pero Juanillo, si tu nunca ganas una carrera!!”. Juanillo hizo como si no lo hubiera escuchado nada y fueron a la pista para empezar la competición…
La carrera empezó, y Juanillo puso en práctica todo lo que había aprendido con su amigo mayor de la clase de al lado. Corría y corría tan rápido que ninguno de sus amigos pudo alcanzarlo, y por fin, Juanillo consiguió ganar su primera carrera.
fuente:cuentosinfantilescortos.net
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Cuentos Infantiles: El Grillo y El Sapo
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In El Grillo y El SapoÉrase una vez, un grillo montado en una cerca con sus amigos en el bosque, y el grillo y sus amigos estaban jugando a las escondidas.
El grillo se escondió detrás de un árbol donde vivía un sapo. Éste, no tenía amigos porque ere un sapo feo y un poco repugnante.
El sapo estaba llorando cuando llego el grillo, quien le preguntó: ¿por qué estás llorando?
El sapo le respondio: “porque no tengo amigos…“. Entonces, el grillo le dijo al sapo: ¿quieres ser mi amigo?
El sapo le respondió: “¿usted no me ve que soy feo y asqueroso?
“No me pareces un buen sapo y humilde”, le respondió el grillo.
“¿Y por qué dices eso?, mis amigos me dicen que soy feo y asqueroso….”, le respondió el pobre sapo.
“Venga vamos, que te voy a presentar a mis amigos y como eres mi amigo, mis amigos tambien serán tus amigos”, le dijo el grillo.
Así fue como el sapo fue un gran amigo de los grillos, y el sapo y el grillo, fueron felices para siempre.
Fuente:cuentosinfantilescortos.net
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Cuentos para niños: El viaje
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In El viaje, In Historias InfantilesLos patos silvestres que vivían en aquel estanque, notaron que el invierno se acercaba. Tal vez porque los días eran más cortos o porque el aire estaba un poco más frío.
Había llegado el momento de buscar climas más cálidos. Y un buen día echaron a volar iniciando un largo viaje siguiendo al sol.
Todos... menos uno.
Era un pato pequeño y débil que no había crecido tan rápido como los demás. Los otros eran fuertes, con hermosas y poderosas alas para volar grandes distancias.
El patito miró con angustia, cómo la gran bandada se elevó rumbo al norte, dejándolo solo en aquella tierra que empezaba a ser fría y que anunciaba el crudo invierno. Agachó la cabeza y una lágrima rodó por su carita.
Pero en eso sintió un lejano graznido, luego otro y otro más. Levantó la cabeza y a lo lejos distinguió un punto negro que crecía y crecía. ¡Era la bandada que regresaba!
- “Hemos venido por tí, pequeño” le dijo el guía.
- “Te esperaremos el tiempo que sea necesario, para que crezcas, y puedas hacer el viaje con nosotros. Eres uno de los nuestros y tus hermanos no te van a dejar aquí solo”.
Y por la cara del patito ahora caían muchas lágrimas de felicidad. Pasaron dos semanas, justo las que el pequeño necesitaba para poder volar, y emprendió junto a sus hermanos, el largo viaje en busca del sol y de su calor.
Cuentos para niños: La ranita de la voz linda
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In Historias Infantiles, In La ranita de la voz lindaEn un charco, a orillas de un río, vivía un grupo de ranas. Se lo pasaban todo el día croando y croando. ¡Croooc! ¡Croooc!...
Aquel día era muy especial porque las ranitas pequeñas cantarían por primera vez. Una a una fueron cantando: ¡Crooc! ¡Crooc!.
Hasta que saltó al escenario, que era una piedra en medio del agua, una ranita, que en vez del famoso ¡Crooc! ¡Crooc!, ¡cantó una hermosa melodía, con una bellísima voz de soprano!.
Todos quedaron paralizados. Simplemente no lo podían creer. ¡Una rana que sí cantaba bien!
La novedad corrió por todo el valle y llegó a oídos, de un representante de artistas, que se apresuró a ir a buscar a la ranita cantora. La llevó a los más grandes escenarios del mundo y grabó muchos discos. Todos la admiraban y querían tomarse fotos con ella.
Sin embargo, la ranita no era feliz. Ella quería volver a su charco, con su familia y sus amigos. Pero era esclava de su voz y de su fama. No podía volver.
Hasta que, en medio de un recital, en un reino muy lejano, la ranita cantora cambió su dulce canto, por el canto natural de las ranas, el ronco ¡Crooc! ¡Crooc!... El público la empezó a pifiar y las pifias eran música para la pequeña, porque se dió cuenta que ahora podría volver a su charco añorado.
Ahora la ranita sí es feliz. Y cantando ¡Crooc! ¡Crooc! ¡Crooc!, pero con su familia, sus amigos y su charco.
Cuento Infantil: El mono que queria leer
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In El mono que queria leer, In Historias InfantilesEn un país donde la vegetación exuberante crecía a poca distancia de los rascacielos de la ciudad había una selva con árboles frondosos, ríos abundantes y pájaros de colores diversos. Ahí vivía una bulliciosa tribu de monos.
Antón era un mono grande y un poco gordo al que trataban como si fuera el jefe. Aunque le gustaba holgazanear, una vez que lograba vencer la pereza no le costaba tomar decisiones. Algunas veces, en un periquete, encontraba soluciones a los problemas de la comunidad monil. Bueno, en un periquete... cuando los problemas no eran muy difíciles.
A Antón le gustaba tenderse en la hierba y sentir sobre su cuerpo los rayos tibios del sol. Y estirarse, estirarse mucho. Se pasaba mucho tiempo mirando las copas de los árboles y haciendo guiños con los ojos porque el sol le impedía abrirlos de par en par.
El terror de Antón era el pequeño Federico, un mono delgadito e inquieto que siempre acababa saliéndose con la suya. Federico había aprendido a leer y tanto le gustaban los libros que releía una y otra vez los que tenía en su casa.
Antón estaba esperanzado porque pensaba que la afición de Federico sería su aliada. En otras palabras, que gracias a la pasión de Federico por la lectura, él se vería libre de los requerimientos del infatigable benjamín.
Antón cuando pensaba en Federico lo llamaba así: Benjamín, porque lo quería como a un hijo y contemplaba sus trastadas como las de un hijo pequeño. Esto nunca se lo había dicho a Federico: era su secreto. Pero... su gozo pronto estaría en un pozo.
Federico tenía una amiga un poco mayor que él. No mucho, aunque ella no dejaba de hacerle notar la diferencia de edad. Le gustaba exhibir sus conocimientos y experiencia. Como era alegre y generosa, podía perdonársele que fuese algo presumida. Se llamaba Sira.
A su edad conocía bastante bien la ciudad porque había estado allí acompañando a sus padres, que eran músicos y tocaban en una orquesta. Durante el curso escolar actuaban en el teatro de la selva, pero en el verano iban de gira por teatros de la ciudad.
El caso es que Sira, en su último viaje, cuando sus padres estaban ensayando, se dirigió a la biblioteca de la ciudad. Ricarda, la señorita que atendía, era muy amable. Enseguida ayudó a Sira a llevar los libros que había elegido a la mesa de lectura.
Sira, con intención de darle pelusa a Federico, se jactó de la cantidad de aventuras que vivió con aquellos libros. Y fue tan verosímil, es decir, creíble (bueno... lo que decía sonaba a verdad porque de verdad se lo había pasado requetebién) que logró provocar algo que no había imaginado. Algo que producía escalofríos
Cuento Infantil: La Super Abuela
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In Historias Infantiles, In La Super AbuelaEl día estaba húmedo y Barry se sentía afligido. Sonó el timbre y todos los niños salieron al patio de la escuela. Barry observó que dos muchachos daban vueltas por la puerta. Se dirigieron hacia él y lo empujaron.
"Mira, es Barry Robinson", dijeron.
"Danos tu dinero o te golpeamos".
Barry les entregó el dinero de la comida.,
"Ahh, mírenlo al pequeño Barry", dijo Scott Dixon el grandote. "¿Cómo está tu abuelita?" y todos los chicos se rieron.
"Dejen en paz a mi abuelita", dijo Barry.
"Tu abuela nada puede hacer", dijo Scott Dixon. "Todos lo saben".
"Sí que puede", dijo Barry.
En ese momento observaron que una persona pequeña se acercaba a las rejas de la escuela. Estaba vestida de negro y llevaba un paraguas. Era muy pequeña. La persona alzó la vista y los muchachos reconocieron a la abuela de Barry. Ingresó al patio de la escuela y miró a Scott Dixon y a su amigo Lee.
"Los he estado obervando", les dijo.
Lo levantó a Scott Dixon y lo arrojó por el aire. Vólo veinte metros y chocó ruidosamente contra el muro de la escuela.
"¡Eso le dará una buena lección!", dijo la abuela. "Ven Barry, vamos a casa". Barry sonrió y el resto de los chicos se quedaron mirando estupefactos. "¡La abuela de Barry puede hacer cualquier cosa!", dijeron.
Al día siguiente la abuela y Barry fueron de compras. Tomaron el autobús a la ciudad y fueron al mercado. Luego esperaron en la parada por el autobús de regreso a casa.
De pronto escucharon un ruido. Había un negocio al otro lado de la calle – una joyería con relojes y anillos de oro. Sonó una alarma y la vidriera se destrozó. La abuela y Barry cruzaron la calle. Observaron que dos hombres con armas de fuego se llevaban todos los objetos de gran valor.
La abuela entró al negocio con su paraguas. Los dos hombres la vieron y se echaron a reir. "Miren a esta amorosa vieja", dijeron. Entonces la abuela le aplicó un golpe de karate a uno de los hombres. Cayó al piso. Golpéo al segundo hombre con su paraguas y cayó al piso también. Tres minutos después llegó un patrullero. Se llevó presos a los dos hombres.
"Gracias, abuela", exclamó el agente de policía.
Barry y la abuela se fueron a su casa. A las seis de la tarde vieron el noticiero por televisión. La noticia era espantosa. Un enorme edificio de Londres se estaba incendiando. Vieron como la gente daba alaridos y gritaba, "¡Socorro! ¡Sálvennos!".
"¡Vamos Barry!", dijo la abuela. Los dos salieron al jardín y la abuela abrió el paraguas. Lo sujetó a Barry por su mano y se elevaron por el aire. ¡Estaban volando!
Volaron velozmente por un largo trecho. Se cruzaron con un avión y la abuela saludó al piloto. ¡Se quedó sumamente asombrado!
Llegaron a Londres donde estaba el edificio en llamas. Era muy elevado y la gente se encontraba en las ventanas.
"¡Auxilio, auxilio!", gritaban.
La abuela dejó a Barry y salió volando hacia la cima del edificio con su paraguas. De uno en uno ella salvó a toda la gente.
Los bomberos exclamaron, "Gracias, abuela", y la abuela sonrió.
"¡Vamos Barry!", dijo ella. "Vamos a casa a tomar el té".
El lunes por la mañana la abuela recibió una carta de la Reina. Esta decía: "Gracias, abuela", y se adjuntaba una medalla.
En la escuela todos lo observaban a Barry.
"Miren, ése es Barry Robinson – su abuela puede hacer cualquier cosa!".
Pero Barry sólo sonreía.
Cuento para niños: Las aventuras de Ulises
In Cuento para niños de 7 Años, In Cuentos, In Las aventuras de UlisesUlises, ya viejo y cansado, volvía a su casa ansioso por ver de nuevo a Penélope, su esposa.
Joven aún se había despedido de ella para ir como combatiente a la guerra de Troya.
Volvía viejo, porque la guerra había durado tantos años, que no le bastaban los dedos de la mano para contarlos.
Pronto volveré a ver a mi querida Penélope —pensaba recostado en la borda de su barco—. Se le debe de haber vuelto blanco el cabello de tanto esperarme.
Se sentía ansioso. No sabía, ni se imaginaba, que antes de ver a Penélope tendría que enfrentarse con muchos, muchísimos peligros.
Peligros cuya duración no sería corta ni pequeña, sino larga, muy larga. ¡Sí, unos cuantos años más separarían todavía a Ulises de su adorada esposa Penélope!
El primer obstáculo en su travesía fue Polifemo, el gigante.
Polifemo, más que gigante, era un Cíclope, porque tenía un solo ojo redondo, en medio de la frente. Y no era un Cíclope cualquiera. Era el más importante de todos ellos: el que tenía más ovejas, la cueva más grande, más quesos y más jarras de leche en ella.
Tenía, además, unos gustos muy especiales: adoraba el vino y detestaba el hígado frito. No le gustaban los reyes, ni tampoco los héroes.
Por eso, en cuanto vio desembarcar a Ulises y sus compañeros, los tomó prisioneros, encerrándolos en su amplia cueva.
Allí, mirándolos con su enorme ojo solitario, les preguntó de dónde venían.
—De Troya —contestaron en seguida los viajeros. Después les preguntó cómo se llamaba el jefe de todos ellos.
—Me llamo "Nadie" —mintió Ulises, que desconfiaba de aquel interrogatorio.
—¡No me gusta ni tu nombre, ni la cara de tus compañeros! Por lo tanto, ahora me comeré dos de ellos, y al resto los dejaré encerrados
Cuento Infantil: El Angel de la casa
In Cuentos, In Cuentos para Niños, In El Angel de la casa, In KinderEra el camino obligado de todas las tardes. En el invierno esas caminatas por el barrio desde la avenida Cabildo hasta su casa eran oscuras además de frías. El sol caía temprano y las altas magnolias, camelias y palmeras de la casa, oscurecían el lugar y lo alargaban sobre las veredas.
Quizás por ello amaba el verano, porque a pesar de la hora podía admirar el frente, aún hermoso, del primer piso de la casa vieja. Más arriba un solitario mirador de techo de pizarra.
El ángel parecía colgado de él.
Según los datos que se conocían en el barrio la construcción de la casa de Delcasse era del año 1883. El frente sobre la calle Cuba tenía el número 1919. Los fondos, siguiendo por Sucre, llegaban hasta Arcos donde un cedro gigantesco extendía sus ramas sobre un antiguo portón de hierro tan simple y oxidado que pasaba inadvertido.
Se decía -relatos de viejos- que en esos fondos, en ese jardín de atrás donde el propietario había levantado un pabellón que funcionaba como sala de armas, habían sucedido los últimos duelos en Buenos Aires.
El portón herrumbrado y seguramente imposible de abrir permitiría en años aquellos la entrada de los contendientes, sus padrinos y alguno que otro testigo. Seguramente la salida era más furtiva y manchada de sangre...
Nada indicaba ahora que la casa estuviese habitada. La puerta alta de madera permanecía siempre cerrada así como las pocas celosías que se podían ver, todas del primer piso. El muro y el portón no dejaban ver el jardín y las ventanas de abajo.
Cuentos para Niños: El Amor y La Locura
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niñas, In Cuentos para NiñosEn el principio de los tiempos, cuando no existía nada. Cuando ni siquiera el tiempo existía porque nadie había inventado nada para llevarle la cuenta. Cuando el hombre todavía no existía, en mitad del universo estaban reunidos los vicios y las virtudes que más tarde poblarían a los humanos en mayor o menor medida.
Y los vicios y las virtudes se pasaban todo el día discutiendo y peleando, sobre todo azuzados por la Ira y la Discordia. Y discutían sobre quien habitaría el cuerpo de los humanos, si los vicios o las virtudes. Y no se ponían de acuerdo porque unos decía que habría mas virtudes que vicios en los humanos y otros que al revés, que sería mayor el número de vicios que estarían en los humanos.
Y como nadie se ponía de acuerdo. La Locura, que estaba loca, tubo una idea que le pareció genial. Y dando brincos en mitad de la reunión dijo:
- Tengo una idea, tengo una idea para solucionar la discusión.
Todos se quedaron expectantes. Y la Locura dando carreras sin ton ni son y saltando por todos lados dijo:
- Es una idea genial que seguro que no falla. Sí, sí, sí, sí
En este punto la Intriga, que estaba realmente intrigada, pensó:
Cuentos Infantiles: El Ave Fénix
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In El Ave Fénix, In Historias InfantilesEn el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, magníficos sus colores, arrobador su canto.
Pero cuando Eva cogió el fruto de la ciencia del bien y del mal, y cuando ella y Adán fueron arrojados del Paraíso, de la flamígera espada del ángel cayó una chispa en el nido del pájaro y le prendió fuego. El animalito murió abrasado, pero del rojo huevo salió volando otra ave, única y siempre la misma: el Ave Fénix. Cuenta la leyenda que anida en Arabia, y que cada cien años se da la muerte abrasándose en su propio nido; y que del rojo huevo sale una nueva ave Fénix, la única en el mundo.
El pájaro vuela en torno a nosotros, rauda como la luz, espléndida de colores, magnífica en su canto. Cuando la madre está sentada junto a la cuna del hijo, el ave se acerca a la almohada y, desplegando las alas, traza una aureola alrededor de la cabeza del niño. Vuela por el sobrio y humilde aposento, y hay resplandor de sol en él, y sobre la pobre cómoda exhalan, su perfume unas violetas.
Pero el Ave Fénix no es sólo el ave de Arabia; aletea también a los resplandores de la aurora boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas durante el breve verano de Groenlandia. Bajo las rocas cupríferas de Falun, en las minas de carbón de Inglaterra, vuela como polilla espolvoreada sobre el devocionario en las manos del piadoso trabajador. En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas del Ganges, y los ojos de la doncella hindú se iluminan al verla.
¡Ave Fénix! ¿No la conoces? ¿El ave del Paraíso, el cisne santo de la canción? Iba en el carro de Thespis en forma de cuervo parlanchín, agitando las alas pintadas de negro; el arpa del cantor de Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del cisne; posada sobre el hombro de Shakespeare, adoptaba la figura del cuervo de Odin y le susurraba al oído: ¡Inmortalidad! Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la sala del concurso de la Wartburg.
¡Ave Fénix! ¿No la conoces? Te cantó la Marsellesa, y tú besaste la pluma que se desprendió de su ala; vino en todo el esplendor paradisíaco, y tú le volviste tal vez la espalda para contemplar el gorrión que tenía espuma dorada en las alas.
Cuentos para niños: La pastora y el deshollinador
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In Historias Infantiles, In La pastora y el deshollinadorHabía una vez...
... En una sala con recuerdos de antepasados, un aparador con la madera ennegrecida por el paso de los años, y totalmente tallado de flores, hojas y cargados ornamentos. Entre las rosas y los tulipanes ridículamente socavados en la madera, asomaban unas cabecitas de ciervos con grandes astas, y en el mismo centro se presentaba la figura de un hombre de expresión burlona, con patas de chivo y cuernos en la frente. Se lo representaba con larga barba y los niños de la casa lo habían apodado: "General-Mandamás-en-Vanguardia-y Retaguardia-Guillermitopatasdechivo".
Era un nombre de muy difícil pronunciación, y no son muchos los que alcanzan un grado tan alto en el ejército. Tenía que haber sido un personaje muy importante, pues si no ¿quién se hubiera tomado tanto trabajo en tallarlo? En fin, de todos modos, allí estaba; y todo el tiempo le era poco para mirar hacia la mesa que había debajo del espejo, por la sencilla razón de que allí se ubicaba una linda pastorcita de porcelana.
La pastorcita llevaba zapatos dorados, el vestido delicadamente sujeto con una rosa roja, un sombrero de oro y un cayado también de oro: era sencillamente encantadora. Muy cerca de ella estaba colocado un pequeño deshollinador de chimeneas, negro como el carbón, aunque también estaba hecho de porcelana. Realmente era tan limpio y pulcro como el que más, pues, como ven, no dejaba de ser un deshollinador de adorno. El artesano que lo hizo, de habérselo propuesto, habría podido convertirlo fácilmente en un príncipe, pues sostenía su escalera de la manera más graciosa y sus mejillas eran tan rosadas y blancas como las de una muchacha. Esto acaso fuera un defecto, ya que no le habrían venido mal algunas manchas de tizne.
Lo habían ubicado muy cerca de la pastora, y como era de esperarse, se enamoraron enseguida. Sin duda que estaban hechos el uno para el otro, pues ambos venían de la misma porcelana y eran igualmente jóvenes y frágiles.
Cerca de ellos, casi tres veces más grande, había otra figura: un chino viejo que podía menear la cabeza. También estaba hecho de porcelana y afirmaba, aunque no podía probarlo, que era el abuelo de la pastorcita. Fuese o no verdad, pasaba por guardián suyo, así que cuando el General-Mandamás-en-Vanguardia-y-Retaguardia-Guillermitopatasdechivo pidió la mano de la pastora, el chino viejo se la concedió con un movimiento de la cabeza.
—Ése es el esposo que te conviene —le dijo—; apostaría a que está hecho de caoba. Serás la señora del General-Mandamás-en-Vanguardia-y-Retaguardia-Guillermitopatasdechivo.
Ese aparador suyo está lleno de plata, y ¡vaya usted a
La nube de los secretos
In Cuentos, In Cuentos para Niños, In La nube de los secretosEl tren salió de su tunel oscuro, y los pasajeros se incandilaron con la luz del sol que estaba atardeciendo en el mar. La niña de dorados rizos, que estaba sentada en el regazo de su mamá, le decía que todavía habían bañistas en la playa aunque el verano playero acababa de terminar, y le preguntó:
--¿Las olas hablan, mamá?
--Claro, hijita, las olas son quienes viajan por todo el mundo con sus blancas bocas, y se cuentan unas a otras lo que ha pasado, por los lugares donde han estado.
A veces se rien mucho, y por eso oyes muchos splash seguidos en la rompiente, otras veces están enfadadas y hay holas grandotas que rompen haciendo mucho ruido, como quien da un portazo, en algunas ocaciones están perezosas y ni se mueven, es porque están dormitando y una pequeña ola, que casi no dice nada sobre la arena, significa que está roncando.
--¡Mira mamá! Qué nube más rara.
--Si, tienes razón, esa nube es la nube de los secretos. ¿Sabes qué hace esa nube? —Le preguntó en secreto la mamá.
--Si... Escucha los secretos de todos... —Dijo la niña riéndose.
--Bueno, en cierta manera si. Todas las olas le cuentan sus secretos a ella, porque saben que ella no los contará a nadie. También lo hacen los delfines y todos los animales del agua. ¿Sabes qué otros animales de agua hay? —Le preguntó animándola a pensar un poquito.
--Si... Los pájaros de agua —Contestó riendo.
--Y... ¿Cómo se llaman? Ga... —Le daba una ayudita.
Cuando el bosque habla
In Cuando el bosque habla, In Cuentos, In Cuentos Ecológicos, In Cuentos EducativosHabía una preciosa montaña, toda vestida de bosques, donde convivían las ardillas, pájaros carpinteros, ruiseñores, jabalíes, entre otros muchos animales.
Al subir por la montaña se encontraba dos caminos que se dividían en una extraña forma de i griega, el camino de la derecha era una subida bastante fuerte y la vegetación era mucho más densa, el de la izquierda dominaba un valle de cerezos en flor.
Una parte del camino, el que subía, estaba alfombrado de toda clase de piedras. Cualquiera diría que estas piedras tenían vida propia, porque si uno afinaba muy bien el oído hasta podía oírlas hablar:
¿¡Has visto!? Preguntó una piedra triangular a otra hexagonal con un tono de ofensa inaudita.
No, ¿qué pasó? Dijo la otra casi con un bostezo, porque hacía mucho tiempo que nadie la cambiaba de sitio.
Han venido unos humanos y dejaron un escritorio de tres patas allí ...
¿Dónde?
Allííí, ¿no lo ves? En ese barranco.
Las demás piedras prestaron más atención también, y estirándose todo lo que pudieron, observaron el escritorio de tres patas. La que dio la voz de alarma, casi se tuvo que tapar las orejas, porque todas las piedras del camino empezaron a comentar como locas a la vez, la osadía de dejar allí mismo un mueble, ¿Cómo era posible aquello? En medio de pinos añejos, y de algún que otro roble casi abuelo, yacía un viejo y destartalado escritorio, que le faltaba algún cajón, la barandilla de arriba estaba suelta y maltrecha, pero que además, estaba todo rallado por la caída.
Qué tristeza más grande, después de tantos años de servir, de enseñar, de dar todo de mí, aquí termino mis días..., Se quejaba el escritorio.
¡Eh! Qué te pasa, por qué estas lloriqueando y además recostado en mi tronco, no se por qué, me suenas conocido.
El escritorio con un poco de timidez intentó quitarse del árbol tan grandote, pero claro solo tenía tres patas así que fue a dar de cabeza contra otro colega aunque esta vez quedó patas para arriba.
Ahh... No sé que hacer, es muy difícil estar aquí, me han abandonado por tener solo tres patas, mi cuarta pata no se podía reparar
Cuentos para niños: El Árbol del Ruiseñor
In Cuentos, In Cuentos Educativos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In El Árbol del Ruiseñor, In Historias InfantilesHubo una vez un lindo ruiseñor que hacía su nido en la copa de un gran roble. Todos los días el bosque despertaba con sus maravillosos trinos.
La vida volvía a nacer entre sus ramas. Las hojas crecían y crecían. También lo hacían los polluelos del pequeño pajarito.
Su nido estaba hecho de ramitas y hojas secas.
Algunas ardillas curiosas se acercaban para ver como los polluelos picoteaban el cascarón hasta dejar un hueco en el que poder estirar su cuello. Empujaban con fuerza y lograban salir hacia fuera.
Sus plumitas estaban húmedas. En unas cuantas horas se habrían secado y los nuevos polluelos se sorprenderían de lo que les rodeaba.
El árbol estaba orgulloso de ellos. Él también era envidiado por los demás árboles no sólo por tener al ruiseñor sino por la belleza de su tronco y sus hojas. Era grandioso verlo en primavera.
Al llegar el otoño, las hojitas de los árboles volaban hacia el suelo. Con gran tristeza caían, pero el viento las mimaba y las dejaba caer con suavidad. Al pasar el tiempo éstas serían el abono para las nuevas plantas.
Al ruiseñor le gustaba jugar entre sombra y sombra. Revoloteaba haciendo piruetas, buscando la luz y cuando un rayo de sol iluminaba sus plumas, unas lindas notas musicales acompañaban su alegría y la de sus polluelos.
Un día un hongo fue a vivir con él. Ya lo conocía de antes se llamaba Dedi, bueno, tenía un nombre muy raro, pero ellos le llamaban así.
El roble comenzó a sentirse enfermito, tenía muchos picores y su piel se arrugaba.
De vez en cuando le corría un cosquilleo por el tronco.
Estaba un poco descolorido, ni siquiera tenía ganas de que los ciempiés jugaran alrededor de sus raíces.
Él hongo estaba celoso del árbol y de su amistad con el ruiseñor.
Pensó que si le enfermaba, el ruiseñor le haría mas caso a él, envidioso de su amor no le importó hacerle sufrir.
Los demás animales convencieron al hongo para que abandonara al árbol. Así conseguiría, ser su amigo pero nunca por la fuerza.
A partir de aquel día siempre se juntaban para ver amanecer.
El hongo aprendió una gran lección, su poder y su fuerza debía utilizarlas, para algo bueno, para crear, no para destruir.
Cuentos para niños: El Album
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niñas, In Cuentos para Niños, In El Album, In Historias InfantilesEl consejero administrativo Craterov, delgado y seco como la flecha del Almirantazgo, avanzó algunos pasos y, dirigiéndose a Serlavis, le dijo:
-Excelencia: Constantemente alentados y conmovidos hasta el fondo del corazón por vuestra gran autoridad y paternal solicitud...
-Durante más de diez años-le sopló Zacoucine.
-Durante más de diez años... ¡Hum!... en este día memorable, nosotros, vuestros subordinados, ofrecemos a su excelencia, como prueba de respeto y de profunda gratitud, este álbum con nuestros retratos, haciendo votos porque vuestra noble vida se prolongue muchos años y que por largo tiempo aún, hasta la hora de la muerte, nos honréis con...
-Vuestras paternales enseñanzas en el camino de la verdad y del progreso-añadió Zacoucine, enjugándose las gotas de sudor que de pronto le habían invadido la frente-. Se veía que ardía en deseos de tomar la palabra para colocar el discurso que seguramente traía preparado.
-Y que-concluyó-vuestro estandarte siga flotando mucho tiempo aún en la carrera del genio, del trabajo y de la conciencia social.
Por la mejilla izquierda de Serlavis, llena de arrugas, se deslizó una lágrima.
-Señores-dijo con voz temblorosa-, no esperaba yo ésto, no podía imaginar que celebraseis mi modesto jubileo. Estoy emocionado, profundamente emocionado y conservaré el recuerdo de estos instantes hasta la muerte. Creedme, amigos míos, os aseguro que nadie os desea como yo tantas felicidades... Si alguna vez
Cuentos para Niños: El alumno Teddy y su Maestra
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In El alumno Teddy y su Maestra, In Historias InfantilesSu nombre era Mrs. Thompson. Mientras estuvo al frente de su clase de 5o. grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira.
Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado Teddy Stoddard.
Mrs. Thompson había observado a Teddy desde el año anterior y había notado que el no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba muy descuidada y constantemente necesitaba darse un buen baño.
Teddy comenzaba a ser un tanto desagradable. Llego el momento en que Mrs. Thompson disfrutaba al marcar los trabajos De Teddy con un plumón rojo haciendo una gran X y colocando un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.
En la escuela donde Mrs. Thompson enseñaba, le era requerido revisar el historial de cada niño, ella dejó el expediente de Teddy para el final. Cuando ella revisó su expediente, se llevó una gran sorpresa. La Profesora de primer grado escribió: "Teddy es un niño muy brillante con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales... es un placer tenerlo cerca".
Su profesora de segundo grado escribió: "Teddy
Cuento: La Asamblea en la Carpinteria
In Cuentos, In Cuentos Infantiles, In Cuentos para Niños, In La Asamblea en la CarpinteriaCuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea.
Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y además se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo, dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque,el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.
Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo.
Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación.
Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho,
Cuentos para Niños: Aprendiz de Samurai
In Aprendiz de Samurai, In Cuentos, In Cuentos para meninos, In Cuentos para Niños, In Cuentos para pequesHoy era un día feliz para Kan, hoy cumplía 12 años y su padre había prometido concederle el mayor de los tesoros. Una espada de Samurai. Naturalmente no sería una espada de doble diamante como la de su padre, sería una sencilla espada katana. Lo demás habría de ganárselo por si mismo. Era un inmenso honor el que le hacía su padre. A partir de ahora dejaba de ser un niño para convertiste en todo un aprendiz de Samurai. Un brillante futuro se presentaba por delante si estaba dispuesto a aprender y a trabajar. Y kan lo estaba desde lo más profundo de su corazón.
Su padre Kazo estaba frente a él, solemne e imponente como era natural en su persona. El anciano Samurai aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía, solo su larga cabellera blanca y unos ojos llenos de sabiduría rebelaban su verdadera edad. Su armadura de General Samuai reflejaba los dorados rayos del sol como si fuera de oro mientras que los dobles diamantes engastados en la empuñadura de su propia espada katana formaba un doble arco iris enlazado en su base. Kazo había luchado mil batallas y formado a cientos de Samurais, y por fin hoy iba a instruir a su propio hijo. Un acontecimiento que llevaba esperando desde hace doce años. En sus manos sostenía la futura katana de su hijo, un arma poderosa que debía usarse con sabiduría. Kan debía entender que lo más importante de un Samuai no era su arma, sino su sabiduría y su honor.
La cara de Kan resplandeciente de honor y gozo al recibir su espada, llenó el corazón de su padre de un orgullo como nunca antes había sentido. Ahora ya era oficial, el joven aprendiz había superado todas las sutiles trampas que se le habían tendido y por sus propios méritos se había convertido en uno más del clan.
Esa misma noche, después de las celebraciones y las risas, padre e hijo se sentaron juntos alrededor de la hoguera. La noche era cálida y en el cielo lucían las estrellas como luciérnagas en un estanque, la Luna llena brillaba con fuerza, como si quisiera arropar al joven Samurai con sus rayos de luz.
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