Este es un cuento para enseñar a valorar las cosas por lo que son y no por lo que parecen
Había una vez un pueblo en el que lo más temido era perderse de noche y acabar en la "cueva tenebrosa". De aquel lugar no había vuelto nadie, y cuando alguien se perdía por allí lo último que se oía era un gran grito de terror y luego unas enormes risotadas.
La gente del pueblo vivía aterrorizada ante la posibilidad de que el monstruo un día abandonara la cueva, y llenaban la entrada con regalos y comida que al poco desaparecían. Un día llegó por aquella zona un joven a quien la situación pareció tan injusta, que decidió entrar a la cueva y enfrentarse al monstruo.
EL joven pidió algo de ayuda, pero todos eran tan miedosos que ninguno se acercó lo más mínimo a la entrada de la cueva.
Entró en la cueva alumbrándose con una antorcha y llamando al monstruo, dispuesto a hablar con él y explicarle la situación. Al principio el monstruo rió largo rato, lo que el joven aprovechó para acercarse según le oía más y más