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Historia Infantil: ATCHU


El ángel de la guarda de Isabel amaneció resfriado la semana pasada.

– Atchú –fue lo primero que oyó Isabel cuando se despertó. Miró por todas partes y como en el cuarto sólo estaba su hermanito Emilio, Isabel creyó que era él el que había estornudado.

– Atchú –volvió a oír Isabel, pero ya no les puso más atención a los estornudos porque quería levantarse rápido para comenzar a jugar.

Los estornudos no eran de Emilio. Eran del ángel de la guarda de Isabel que, como había amanecido resfriado, no paraba de estornudar. El ángel de la guarda de Isabel buscó en su maletín de ángel algún remedio para resfriados. Encontró agua oxigenada, curitas y esparadrapo, pero nada de eso curaba estornudos.

Al fin el ángel de la guarda se puso una crema con olor a eucalipto en la espalda y se tomó unas gotitas con sabor a fresa, porque se acordó de que a Isabel la curaban igual cuando comenzaba a estornudar. También decidió quedarse ese día en la cama.

Mientras el ángel se curaba el resfriado, a Isabel le pasaron toda clase de desastres. Al triciclo se le cayó un pedal. La muñeca Carolina estuvo perdida toda la mañana. Emilio regó la compota y le manchó la blusa rosada. A la hora del almuerzo, la sopa estaba muy caliente y a Isabel se le quemó la lengua. Y, como si fuera poco, su mamá llegó tan cansada, que no le quiso contar ni un cuento. Por la noche Isabel se acostó triste y aburrida porque todo le había salido mal. El ángel de la guarda también se durmió triste y aburrido porque no le gustaba quedarse todo el día acostado.

– Atchú –fue lo primero que oyó el ángel de la guarda al otro día, cuando despertó. Miró por todas partes y se dio cuenta de que era Isabel la que había estornudado.

– A Isabel se le contagió mi resfriado –pensó el ángel de la guarda.

Y bien rápido, sin que Isabel se diera cuenta, el ángel de la guarda le puso crema con olor a eucalipto en la espalda y le echó una gotitas con sabor a fresa en la boca. Isabel dejó de estornudar.

El día fue fantástico. El papá de Isabel arregló el pedal del triciclo. La muñeca Carolina se portó muy bien. Emilio no regó la compota ni el jugo de mandarina. A la hora del almuerzo la sopa estaba tibia y nadie se quemó la lengua.

Esa noche, Isabel y el ángel de la guarda se acostaron felices porque todo les había salido bien, y además porque la mamá no había salido en toda la tarde y les había contado muchos cuentos.

Desde ese día de la semana pasada, ni Isabel, ni el ángel de la guarda, han vuelto a oír a Atchú.

Historias para Niños: Ahmad y la Mujer Rezongona


1 PRESENTACIÓN

Hace mucho tiempo, en una casita en las montañas, vivía un hombre llamado Ahmad, que pasaba el día entero trabajando en el campo y llevando una vida muy penosa.

Un día decidió construir una trampa con la intención de cazar algunas aves para la comida, pues en esa época su mujer no tenía más que cebada en la despensa. Siendo ella muy rezongona, Ahmad le tenía un poco de miedo y sabía que pasaría un mal rato si volvía a casa sin algo para el plato.

Así fue que al día siguiente cogió su trampa, la colocó cuidadosamente y se escondió detrás de unos arbustos esperando que pasara el tiempo.

2 EL PAJARILLO

Cuando se acercó a la trampa encontró un pajarillo que tenía sus alas presas en la red y, cuando estaba colocándolo dentro de su saco, para su espanto, el pajarillo le habló:

- ¡Oh ser humano!, devuélveme la libertad y te concederé todo cuanto me pidas.

Ahmad estaba tan asustado y asombrado que mal podía hablar y no sabía si lo que había escuchado era cierto. Aseguró al ave por las patas y trató de introducirlo de nuevo en el morral, pero el ave volvió a hablar:

- Suéltame y te daré todo lo que quieras pedir, pues soy uno de los siervos favoritos de Salomón, hijo de David, sobre quien sea la paz.

- ¡El mismísimo Salomón! - exclamó Ahmad -. ¿Entonces, tu eres capaz de hacer que yo entienda el lenguaje de los animales?.

- Con certeza - respondió el ave -. Yo puedo hacer eso fácilmente gracias al poder que poseo como servidor del Rey de los Magos. Más, antes de darte a entender el lenguaje de los animales, he de ponerte una condición.

- Bien - dijo Ahmad -, haré todo lo que tu me digas.

- La condición es que nunca has de revelar a tu mujer que tienes el poder de entender el lenguaje de los animales o de lo contrario, el castigo que tendrás será el de ser arrastrado por los Genios de Salomón hasta los confines del mundo.

- Prometo jamás revelar este conocimiento a mi mujer - dijo Ahmad y dejó al pajarillo volar en libertad.

3 LA PAREJA DE GATOS

Cuando llegó a casa, su mujer le gritó desde la cocina:

- Aquí me tienes, intentando hacer esta sopa de cebada. Espero que hayas traído un pájaro o alguna otra cosa para animarla. ¿Qué es lo que me traes marido?.

- ¡Ay, buena mujer!, yo nada traje pues, era tan pequeño y enfermizo el pajarillo que cayó en la trampa, que tuve que soltarlo.

Cuentos para Niños: A veces la amistad es suficiente


De pronto enfermaste y no supe porque. Yo era tu protector y falle. Desde el principio debí protegerte y no se como esto empezó. Desde que naciste estuve a tu lado. En las buenas y las malas te acompañe, aunque nunca lo supiste. Aunque a veces creo que lo sospechaste y que de alguna manera te enteraste. Ahora yaces en cama, enferma. Sintiendo tu vida escapar de tu ser. Los médicos no saben que tienes. Yo tampoco y por eso mi desesperación. La luz de tu vida se apaga. Tus fuerzas parecen escapar de tí. Te han hecho estudios de todo y nadie explica ni dice lo que quiero saber. ¿Qué tienes? ¿Y si vas a estar bien?

He hecho todo lo que puedo, todo lo que esta a mi alcance. Tome mi poder y esperanza y la transforme en fuerza y te la di. La fuerza que te di escapo y se esfumo, tu cuerpo no la retuvo. Es como si tu misma la hubieras rechazado. Brille y con mi luz tu cuerpo bañe. Con luz y esperanza te envolví, para devolverle la chispa a tu vida. Pero aunque brille y brille durante días, no restaure tu luz. Fue como si me hubieras ignorado todo ese tiempo y mi luz nunca te hubiera alcanzado.

"¿Acaso no hay cura? "

Y fue entonces cuando rece. Rece como hacías tu hace tiempo. Antes de enfermar. Puse mis rezos y deseos, las bañe con luz, esperanza y fe y las lance al cielo en forma de estrella. Ve, ve mi dulce estrella ve y llega a tu destino y tu camino no pierdas, dije. Y mi estrella se marcho y ascendió a los cielos.

Esa noche como todas desde que enfermaste estuve a tu lado. Y la respuesta llego. En forma de una blanca y radiante paloma. Tan radiante que parecía hecha de luz. Y ella me dio la respuesta y por fin comprendí que pasaba. La había protegido del mal, pero no de todo los males. Sin haberme dado cuenta deje que tu misma te dejaras morir. Estabas triste y me fije, más tu llanto no escuche y por lo tanto sola te deje. Y la paloma me lo dijo y yo le pregunte: ¿Qué puedo hacer?

Y ella me dijo: ¿A veces con la amistad es suficiente? y se marcho a lo cielos. Al ver al espíritu que purifica el alma comprendí. Siempre fui tu protector más nunca fui tu amigo. Nunca te di la compañía que necesitabas después de que tu madre murió en un accidente, lejos de mi protección ya que mi deber era estar contigo. Su ángel no la protegió, tal vez, porque sabia que era su momento. Y después tu padre no se pudo ocupar de ti. No supo como ser padre y madre al mismo tiempo y con los recursos que contaba te dio una niñera. Una niñera a la que nunca le importaste y aun ahora no tiene tiempo ni cariño para ti. Tu padre y tu niñera te dieron seguridad pero nunca más el amor, el cariño y el tiempo suficiente para ti.

Y yo con sólo dedicarme a protegerte nunca cumplí enteramente con mi misión. Me acerque, me arrodille ante ti. Vi tu tierno rostro. Dulce niña de 6 años. Bella dulzura que enterneces mi corazón. Y con lagrimas en mis ojos, te bese en la mejilla y te pedí perdón. Y luego dije. "¡Quiero ser tu amigo!"

Y te abrace y con mis alas te cubrí y así estuve sin dejarte un sólo momento. De pronto lo pude sentir. Y también lo vi. Tus ojos abriste y sonreíste. Y sentí crecer algo en mi. Y la luz de tu alma y la mía volvieron a brillar. Y tu me preguntaste: "¿Quién eres?

Historias Infantiles: LAS AVENTURAS DE MEÑIQUÍN


Èrase una vez... un gigante que, al repartir un tesoro con un hechicero muy codicioso, se peleó con él y le amenazó: "¡No ves que podría aplastarte con mi meñique si quisiera! ¡Anda, esfúmate!" Cuando el hachicero se hubo distanciado lo suficiente, lanzó al gigante su maléfica venganza: "¡Abracadabra! ¡Hágase el sortilegio! ¡Que el hijo que tu mujer espera no sea mayor ni crezca más que mi dedo meñique!" Cuando Meñiquín nació, sus progenitores estaban desesperados. 

Les apenaba verlo y tocarlo y, al hablarle, debían susurrar al oído para no romperle los tímpanos. Meñiquín, tan diferente de sus padres, prefería jugar con los pequeños moradores del jardín. Se divertía cabalgando a lomos de un caracol o bailando con una mariquita. Total, que aunque diminuto de talla, era feliz en este mundo en miniatura. Pero un día desapacible, tuvo la mala idea de ir a visitar a una rana amiga suya. 

Apenas había descendido de la hoja que le hacía las veces de barca, un enorme lucio al acecho se lo comió de un solo bocado. Sin embargo, el destino le reservaba una suerte distinta. Al cabo de poco, el lucio mordió el anzuelo de un pescador al servicio del rey y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo delante del cuchillo del cocinero real. 

Tras la sorpresa general, Meñiquín, un poco maltrecho, pero todavía vivo, salió de la barriga del pescado. "Y ahora, ¿que haré de este hombrecito en miniatura?" Se preguntó atónito el cocinero. En esto que tuvo una idea: "¡Haré de él un paje real! Pequeño como es, podré meterlo en la tarta que estoy preparando y, cuando salga del puente levadizo haciendo sonar la trompeta, todo el mundo gritará... ¡milagro! Jamás en la corte había sucedido nada parecido. 

Todos aplaudieron a rabiar la ocurrencia del cocinero, el rey el primero. Este tuvo a bien premiar al artífice del acontecimiento con un saquito de monedas de oro. A Meñiquín la suerte le fue todavía más propicia: sería paje con todos los honores de su rango. Le fue asignado un ratoncillo blanco como montura, un alfiler de oro como espada y, además, obtuvo el privilegio de probar los alimentos que comía el rey. Durante los banquetes se paseaba por la mesa entre los platos y copas, alegrando a todos con el toque de su trompeta. 

Pero, sin saberlo,Meñiquín se había creado un enemigo: el gato, que hasta entonces había sido el favorito del rey, quedó relegado a un segundo lugar, y juró vengarse del intruso tendiéndole una trampa en el jardín. Meñiquín, cuando vio al gato, en vez de huir según lo previsto, montó a lomos del ratoncillo y desenfundó su alfiler de oro al tiempo que ordenaba a su montura: "¡Al ataque!¡Al ataque!" El gato al verse amenazado por tan diminuta espada, huyó vergonzosamente. 

Puesto que no pudo consumar su venganza, pensó emplear la astucia. Fingiendo encontrarse allí por casualidad, aguardó a que el rey subiera la escalera y le susurró: "¡Atención Majestad! ¡Alguien quiere atentar contra su vida!" Y le contó una soberbia mentira: " Meñiquín quiere envenenar vuestra comida. 

Lo sorprendí el otro día en el jardín cogiendo hojas de cicuta, y escuché cómo murmuraba esta terrible amenaza contra vos." El rey, que desde hacía algún tiempo estaba en cama aquejado de fuertes dolores de barriga, por haber ingerido demasiadas cerezas, tuvo el convencimiento de haber sido envenenado, y mandó llamar a Meñiquín. 

El gato, para reforzar su acusación, escondió una hoja de cicuta debajo de la silla de montar del ratoncillo. Meñiquín no se sentía con el estado de ánimo apropiado para poder replicar las acusaciones hechas por el gato, y el rey, ordenó que lo encerraran en un reloj de péndulo. Pasaron las horas y los días hasta que una noche, una mariposa que revoloteaba por la habitación, se percató de que Meñiquín golpeaba el cristal pidiendo ayuda: "¡Sálvame!", gritaba. 

La mariposa, que había estado encerrada mucho tiempo en una caja de cartón, se apiadó de él, y lo liberó. "¡Date prisa! ¡Sal! ¡Sube encima de mí antes de que nos descubran! Te llevaré al Reino de las Mariposas donde todos los habitantes son tan pequeños como tú y enseguida harás amigos." Y así fue. Todavía hoy, si tenéis la ocasión de visitar este reino, veréis el monumento que Meñiquín construyó en honor a la mariposa que lo liberó y dio pie a esta maravillosa aventura.

Historias Infantiles: LAS AVENTURAS DE MANDEVILLE

Historias Infantiles: LAS AVENTURAS DE MANDEVILLE

Cuando era niño mi imaginación íbase tras los inolvidables cuentos de Calleja, que evocaban países maravillosos, con casas de caramelos, ríos de leche y fuentes de vino. A pie juntillas creía estas tonterías y anhelaba porque cualquier día cayese sobre mi casa una lluvia de monedas de oro o cosas por el estilo.

Los palacios de cristal, las paredes cubiertas de brillantes, o los poderosos talismanes, a la manera de la linterna de Aladino, que me pondrían en posesión de todo, eran mis sueños infantiles.

Los años pasaron y con ellos los cuentos: Caperucita, Gulliver, Aladino, quedáronse en el más escondido rincón de mis memorias y otros nombres y otros cuentos vinieron a poblar la inquietud de mi cabeza juvenil y hoy, este pobre tío lleno de remiendos confunde unos y otros para concluir cosas al parecer descabelladas. Escuchad mis cuentos de hoy.

Mucha atención que en el curso de mis palabras, descubriréis cuánta verdad había en los cuentos de Calleja y cómo, sin errar, se pueden confundir con cosas que han pasado aquí y en el mundo entero y que se conocen con el nombre de historias.

En el siglo XIII hubo en Inglaterra un inquieto aventurero, el caballero Mandeville, que aburrido de la vida que llevaba en su tierra, se lanzó por esos mundos en busca de sorpresas. Por varios cuentos sabía la existencia de un país maravilloso, y creyendo en aquellos como yo creía de chiquito, dijo hasta luego a sus padres y hermanos, que se quedaron llenos de lágrimas y con la seguridad de que no volverían a verle, y, sobre una frágil embarcación, se fue mar adentro.

Pasaron muchos años: nadie volvió a saber de Mandeville y parecía que su recuerdo se borraría para siempre de la memoria de los hombres; cuando hete aquí que vino a hacer su aparición en lejanas tierras, en la República de Venecia, vestido de sedas preciosas, adornado con joyas que envidiaban los más poderosos, perfumes que

Historias para Niños: El astrólogo y la hechicera


En tiempos ya remotos hubo en Granada un rey moro que se llamaba Aben Habuz. Era muy famoso y también había sido muy temido por todos los soberanos de los reinos vecinos. Siendo joven, llevó una vida de constantes pillajes y carreras, realizando continuas incursiones en los países que rodeaban el suyo, consiguiendo así aumentar sus territorios y acumular innumerables riquezas y tesoros. 

Pero llegado ya a la ancianidad, sólo deseaba vivir tranquilamente, gozando en paz de lo que sus anteriores pillajes le habían proporcionado, y administrando apaciblemente las posesiones usurpadas a sus vecinos. Sin embargo, no podía realizar tranquilamente sus deseos.

Los jóvenes príncipes de los reinos vecinos, hijos de los reyes a los que en años anteriores robara y usurpara tierras y tesoros, se mostraban dispuestos a pedirle cuentas de aquellas fechorías y por eso sus fronteras estaban constantemente amenazadas.

También algunas provincias, las más alejadas de la capital y que no había recibido en herencia de sus padres, sino que las había conquistado y dominado por la fuerza de las armas, estaban siempre dispuestas a rebelarse contra su dominio y obtener de nuevo su propia independencia.

Por todo eso era continua la zozobra y el miedo del anciano rey. Además, como que Granada se halla rodeada por todas partes por agrestes y escarpadas montañas, era imposible advertir la llegada del enemigo, y así Aben Habuz vivía constantemente alarmado y desvelado, y una sola pregunta torturaba día y noche su cerebro:

- ¿Por qué lado llegará el enemigo?

Construyó atalayas en los montes más altos y apostó guardias y vigías por todos los pasos y senderos, con la orden de señalar por medio de hogueras por la noche y columnas de humo durante el día, la proximidad del enemigo.

Pero nada conseguía vencer la audacia y la astucia de sus enemigos. Estos se burlaban de todas aquellas precauciones, surgiendo de improviso por un desfiladero en el que nadie había pensado, o cruzando un monte en el que no existía sendero alguno. Y antes de que el rey tuviera conocimiento de ello y pudiera enviar a su ejército, los enemigos ya habían asolado los campos y regresado de nuevo a las montañas, llevándose consigo un rico botín y también muchos prisioneros por los que después pedirían fuerte rescate.

Aben Habuz estaba cada día más preocupado. Hasta que un día, estando como de costumbre con la vista fija en el horizonte, esperando ver surgir alguna columna de humo que le avisara de un nuevo peligro, le anunciaron la llegada a la corte de un viejo médico árabe, que venía precedido de mucha fama. Se llamaba Ibrahim Eben Abú Ajib y se decía que era hijo del famoso Abú Ajib, el que fue compañero de Mahoma. De niño había marchado a Egipto y allí permaneció largos años completamente dedicado al estudio de las ciencias y las artes, habiendo aprendido también la magia de los astrólogos egipcios.

- Ha descubierto el secreto de prolongar la vida -aseguraban las gentes.

Y añadían que su propia persona era la prueba de esa realidad, asegurando que tenía más de doscientos años. Sin embargo, habiendo descubierto ese secreto cuando ya era anciano, sólo pudo perpetuar canas y arrugas.

Cuando el rey le vio, quedó muy impresionado. Su larga y blanca barba le daba un aspecto majestuoso que infundía respeto, a pesar de los harapos que cubrían su cuerpo, todavía erguido y fuerte. Le ofreció su hospitalidad, rogándole que se quedase a vivir en el palacio. Pero el astrólogo no se encontraba a gusto en aquel palacio, en el que siempre reinaba mucho bullicio, y prefirió ir a vivir a una cueva, situada en la ladera de la colina que se alza como cima de la ciudad de Granada, la misma en la que

Historias para niños: El Payaso Nadador


Había una vez un payaso al que le gustaba mucho nadar, y participaba en todas las competiciones de máximo nivel de todo el mundo.

Era un gran nadador, y además siempre iba vestido de payaso cuando nadaba, por eso le llamaban “el payaso nadador“.

El payaso nadador era tan bueno, que podía ganar todas las pruebas de piscina que se propusiera. Sin embargo, el payaso nadador era conocido por todos, por su forma de terminar las pruebas…

Y es que él siempre permitía que, en el último instante, le adelantara el que iba segundo, y le dejaba así ganar.

La gente le preguntaba, cómo se le había ocurrido ese número tan gracioso, cuando estaba en un momento tan importante, y se estaba jugando ganar los campeonatos mundiales… Y el nunca contestaba nada…

Hasta que un día, en una rueda de prensa, le preguntó un periodista: “Señor payaso nadador, nos encanta su número de circo, pero no entendemos por qué lo hace… ¿por qué se deja ganar siendo usted el mejor nadador del mundo?“

Y el payaso nadador contestó: “No se trata de un número de circo, se trata de ser amable hasta con quien intenta llegar antes que tú”.

Todos los periodistas se quedaron boquiabiertos, y al día siguiente publicaron el siguiente titular: “El payaso nadador: la persona más amable del mundo“.

El payaso nadador se sentía mejor siendo amable que ganando campeonatos, y con esa forma de ser, conquistó el corazón de todos.

Historias para niños: El Río


Allá en lo alto de las montaña cubierta por la nieve que se derrite, nace un pequeño hilito de agua.

Serpenteando entre las rocas y la tierra dura, el agua helada se desliza tratando por todos los medios de sobrevivir y llegar al hermoso valle que se distingue lejano.

A medida que baja, se le van uniendo más hilos de agua, que como él, quieren llegar al valle. Y así va creciendo. Y creciendo.

Más abajo ya es un arroyo que con alegría y fuerza juvenil serpentea y canta mientras baja entre las quebradas. Y así va creciendo.

En cuanto llega al valle se junta con otros arroyuelos. Y con la ayuda de estos nuevos amigos va creciendo y bañando los campos de trigo. Ya es un río. Y creciendo.

Más adelante en unos cañones profundos se va uniendo a otros ríos, serio y responsable. Trabajador. Nutre de vida los campos aledaños y calma la sed de los animales que se acercan a su orilla.

El viaje continúa y ya es un gran caudal que tranquilo y reposado se desliza suavemente para que los botes de los pescadores que lo navegan no se hundan. Ya puede ver, a lo lejos, su final. El agua prometida, el mar.

Y en ese lugar el río muere para ser parte del océano que lo acoge después de tan largo y feliz viaje.

Historias de Enseñanza: El Asno y el perrito (Relato Popular)


Un hombre poseía un perrito y un asno. El perrito era muy inteligente y juguetón; el asno, muy trabajador, aunque un tanto torpe. El perrito era, en verdad, sumamente gracioso y gran compañero de su amo, que le adoraba. Cuando el hombre salía de la casa, siempre, al regresar, le traía alguna golosina, pues le alegraba ver cómo el animalito daba grandes saltos para sacárle de las manos.

Celoso de tal predilección, el simple del burro dijose un día, sin disimular su envidia. - ¡ Le premia por verle mover la cola, y por unos cuantos saltos le colma de caricias ! ¡ Pues yo haré lo mismo ! Se acercó saltando y, sin querer, le dio una tremenda coz a su dueño, quien, furioso, le condujo para atarle al pesebre.

Moraleja

Asume tu papel con optimismo:

No todos sirven para hacer lo mismo.

Historias para Niños: EL ARCO IRIS Y EL CAMALEÓN


Un camaleón orgulloso, que se burlaba de los demás por no cambiar de color como él. Pasaba el día diciendo: ¡Que bello soy!.

¡No hay ningún animal que vista tan señorial!.

Todos admiraban sus colores, pero no su mal humor y su vanidad.

Un día, paseaba por el campo, cuando de repente, comenzó a llover.

La lluvia, dio paso al sol y éste a su vez al arco iris.

El camaleón alzó la vista y se quedó sorprendido al verlo, pero envidioso dijo: ¡No es tan bello como yo!.

¿No sabes admirar la belleza del arco iris?: Dijo un pequeño pajarillo que estaba en la rama de un árbol cercano.

Si no sabes valorarlo, continuó, es difícil que conozcas las verdades que te enseña la naturaleza.

¡Si quieres, yo puedo ayudarte a conocer algunas!.

¡Está bien!: dijo el camaleón.

Los colores del arco iris te enseñan a vivir, te muestran los sentimientos.

El camaleón le contestó: ¡Mis colores sirven para camuflarme del peligro, no necesito sentimientos para sobrevivir!.

El pajarillo le dijo: ¡Si no tratas de descubrirlos, nunca sabrás lo que puedes sentir a través de ellos!.

Además puedes compartirlos con los demás como hace el arco

Historias Infantiles: El Angel Guardian


Hay un Ángel Guardián que te toma y te lleva como el viento y con los niños va por donde van, tiene cabellos suaves que van en la venteada ojos dulces y graves que te sosiegan con una mirada y matan miedos dando claridad. 

Él tiene cuerpo, manos y pies de alas y las seis alas vuelan o resbalan las seis te llevan de su aire batido y lo mismo te llevan de dormido, hace mas dulce la pulpa madura que entre tus labios golosos estrujas rompe ala nuez su taimada envoltura y es quien te libra de gnomos y brujas. 

Es quien te ayuda a que cortes las rosas que están sentadas en trampas de espinas el que té pasa las aguas mañosas y el que te sube las cuestas más pinas. 

Y aunque camine contigo apareado como la guinda y la guinda bermeja cuando su sena te pone el pecado recoge tu alma y el cuerpo te deja no es mentira es verdad que tienes un ángel por donde quiera que vas y con los niños a la escuela también van.

Luz Marina López de George, Willemstad - Antillas Holandesas

Fábula: La Liebre y La Tortuga


Cierto día una Tortuga se encontró con una Liebre que se burlaba de ella. "Por Dios, te mueves tan despacio ¡que no llegarás lejos!".

La Tortuga, disgustada con los modales de la Liebre, respondió: "Hagamos una carrera y veamos quién es más veloz".

La Liebre se rió y dijo: "¡Debes estar bromeando!Pero de acuerdo, veamos quién llega primero al otro lado de la colina". Salió disparando dejando muy atrás a la Tortuga.

Al cabo de un rato, la Liebre se detuvo a esperar que apareciese la Tortuga. Esperó y esperó hasta que se quedó dormida. "Bien podría hacerme una siesta", pensó. "Aunque me alcance, podré ganar fácilmente la carrera". Así se echó a la sombra de un árbol y cerró los ojos.

La Tortuga pasó a la Liebre caminando lenta pero con firmeza. Cuando la Liebre se despertó, la Tortuga ya se encontraba cerca de la meta final. La Liebre corrió con todas sus fuerzas pero no pudo vencer a la Tortuga.

Cuento Infantil: El inagotable pozo de las maravillas


Loren era un niño al que lo que más le gustaba era estar tumbado mirando al techo, o sentado tranquilamente ante el televisor. Sabía que a sus padres no les gustaba mucho que pasara tantas horas así, pero le gustaba la comodidad de aquella vida y, después de todo, tampoco iba tan mal en el colegio...

Cierto día, saliendo de excursión, Loren se sentó un rato a descansar y cuando quiso darse cuenta, se había descolgado del grupo y estaba perdido. Pero justo entonces, al ponerse en pie, se quedó de piedra al descubrir un pequeño enano que caminaba rápidamente entre los árboles. Iba tan enfadado gruñendo y gritando, que no se dio cuenta de que una gran roca bajaba rodando por la colina. Y de no ser por los

Cuentos para Niños: El niño y el repollo


Había una vez un niño que, aunque era muy bueno y obediente, odiaba comer repollo. Siempre que tocaba comerlo protestaba y se enfadaba muchísimo. Un día, su mamá decidió enviarle al mercado a comprar ¡un repollo!, así que fue muy disgustado.

En el mercado, el niño tomó un repollo de mala gana, pero no era un repollo cualquiera. Era un repollo que también odiaba a los niños. Así que después de una discusión gordísima, el niño y el repollo volvieron a casa en silencio y enfadados todo el tiempo. 

Pero por el camino, al cruzar el río, el niño resbaló, y ambos cayeron a sus bravas aguas y fueron arrastrados corriente abajo. Con mucho esfuerzo, consiguieron subirse a una tabla que encontraron y mantenerse a flote. 

Sobre aquella tabla estuvieron tanto, tanto

El pequeño colibrí


El pequeño colibrí azul se sentía triste y cansado. Se perdió cuando viajaba con su familia en busca de un lugar más cálido donde pasar el invierno, y cuando entró la noche, después de mucho tiempo buscándolos sin ninguna suerte, se resguardó en una pequeña cueva que encontró en la montaña. 

Dentro sólo había unas cuantas ramas y hojas secas llevadas por el viento. Aunque alimentarse no era algo que a él le preocupara, ya que siempre había sido muy hábil para esta tarea, el no saber si volvería a ver a sus seres queridos le entristecía profundamente.

-No te alejes de nosotros cuando migramos a otro lugar-, le repetían siempre sus papás. Pero él se emocionaba con todas las cositas que descubría durante sus viajes, y se quedaba boquiabierto contemplando esas maravillas, batiendo sus pequeñas alitas encima de cada tesoro, mientras los demás seguían su camino sin percatarse de su falta. 

Aquel día mientras volaban vio un destello de luz, un reflejo que salía de entre los árboles y sin darse cuenta fue perdiendo altitud y acercándose para ver qué era aquella hermosa luz. Entonces descubrió un enorme y precioso lago de aguas cristalinas que le dejó totalmente sorprendido.

-¡¡¡Uauuu!!!- Exclamó, viéndose reflejado en el agua. -¡¡¡Que maravilla!!!!-

Él nunca había visto nada igual. El sol empezaba ponerse y sus rayos en el agua aparecían como brillantes reflejos dorados que casi cegaban, convirtiéndolo en un cuadro espectacular.
Allí correteó por encima del agua jugando con su reflejo, utilizando como espejo las quietas aguas donde contemplaba las blancas nubes deslizándose por el cielo. 

No se dio cuenta de que el tiempo pasaba y cuando de pronto alzó su vuelo llamando a su familia para enseñarles lo que había descubierto, vio que su llamada no era respondida, y que sus papás y sus hermanos habían seguido su vuelo, y donde estaban ahora ya no podían oírle.

De pronto un enorme temor se adueñó de él. De sus ojos desapareció toda esa belleza y sólo escuchaba ruidos extraños que cada vez aumentaban más su miedo y su malestar. 

Unos gritos de aves desconocidas resonaban por el bosque, y todo lo que antes parecía bello se convirtió en algo tétrico y fantasmal. El sol ya casi no alumbraba y temía quedarse solo en el bosque, así que salió volando en busca de su familia. Pero la noche entró y él seguía solo. 

Buscó entonces un lugar donde cobijarse y allí pasó la noche. Con las hojitas que había en la cueva se hizo una camita un tanto ruidosa, ya que las hojas estaban secas pero por lo menos le dieron un poquito de calor para esa noche. 

Al día siguiente cuando despertó no recordaba que se había perdido, pero pronto al levantarse recordó lo que había sucedido, y empezó a preocuparse.

-¡Oh, Dios mío! ¿Qué voy a hacer aquí solo? ¿Dónde está mi familia?- Y pronto descubrió cómo les echaba de menos.

Sus papás siempre le repetían que si algún día se perdía lo que tenía que hacer era no alejarse del último lugar por donde habían pasado todos juntos, ponerse en un lugar suficientemente alto como para que pudieran verle cuando volvieran a buscarle, y que nunca dejara que el miedo le impidiera ver la realidad.

-¡¡¡Es verdad!!!!- Dijo cuando recordó. -Mis papás me dijeron qué tenia que hacer si me perdía así que no tengo nada que temer, mi familia me está buscando y pronto nos reuniremos-.

El viaje de la reina


Una joven reina recibió de un gran mago un regalo especial: un cofre mágico que llevará la felicidad a todo el reino cuando sea abierto en un lugar en que se respirase generosidad. 

La reina comenzó un viaje por todo su reino en busca de las personas más generosas, y al llegar junto a ellas abría el cofre. Pero nunca pasaba nada, hasta que un día, cuando ya volvía al castillo, coincidió con un niño muy pobre que pedía limosna. 

La reina le hubiera dado algunas monedas, pero no llevaba, así que el niño le pidió que le regalara aquel viejo cofre para venderlo por unas monedas en el pueblo. 

La reina en principio se resistió por el valor que tenía el cofre, pero viendo la pobreza del niño, se lo entregó. El niño tomó el cofre y lo abrió, y al instante comenzaron a salir del cofre todas las maravillas que se puedan imaginar, junto a una música y unas letras que decían: "¿por qué buscarlo en otros?, el bien empieza siempre en uno mismo".

Y además de disfrutar de las maravillas del cofre, la joven reina aprendió a dar ejemplo de todas las virtudes, convirtiéndose en la mejor reina de la historia de aquel país.

El Origen de la Felicidad


Había una vez un niño que era muy feliz, , aunque no tenía muchos juguetes ni dinero. Él decía que lo que le hacía feliz era hacer cosas por los demás, y que eso le daba una sensación genial en su interior. 

Pero realmente nadie le creía, y pensaban que no andaba muy bien de la cabeza. 

Dedicaba todo el día a ayudar a los demás, a dar limosna y ayuda a los más pobres, a cuidar de los animales, y raras veces hacía nada para sí mismo.

Un día conoció a un famoso médico al que extrañó tanto su caso, que decidió investigarlo, y con un complejo sistema de cámaras y tubos, pudo grabar lo que ocurría en su interior. Lo que descubrieron fue sorprendente: cada vez que hacía algo bueno, un millar de angelitos diminutos aparecían para hacerle cosquillas justo en el corazón.

Aquello explicó la felicidad del niño, pero el médico siguió estudiando hasta descubrir que todos tenemos ese millar de angelitos en nuestro interior. La pena es que como hacemos tan pocas cosas buenas, andan todos aburridos haciendo el vago.

Y así se descubrió en qué consiste la felicidad, y gracias a ese niño todos sabemos qué hay que hacer para llegar a sentir cosquillitas en el corazón

El gran lío del pulpo


Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque aunque quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo estaba tratando de atrapar una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta, se había hecho un enorme lío con sus tentáculos, y no podía moverse. 

Trató de librarse con todas sus fuerzas, pero fue imposible, así que tuvo que terminar pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la enorme vergüenza que le daba que le vieran hecho un nudo.

Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que se ofreció para ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El pulpo se sintió aliviadísimo cuando se pudo soltar, pero era tan tímido que no se atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser su amigo, así que simplemente le dió las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó toda la noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse hecho amigo de aquel pececillo tan amable.

Un par de días después, estaba el pulpo descansando entre unas rocas, cuando notó que todos nadaban apresurados. Miró un poco más lejos y vio un enorme pez que había acudido a comer a aquella zona. Y ya iba corriendo a esconderse, cuando vio que el horrible pez ¡estaba persiguiendo precisamente al pececillo que le había ayudado!. 

El pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el pez grande era tan peligroso que nadie se atrevía a acercarse. Entonces el pulpo, recordando lo que el pececillo había hecho por él, sintió que tenía que ayudarle como fuera, y sin pensarlo ni un momento, se lanzó como un rayo, se plantó delante del gigantesco pez, y antes de que éste pudiera salir de su asombro, soltó el chorro de tinta más grande de su vida, agarró al pececillo, y corrió a esconderse entre las rocas. 

Todo pasó tan rápido, que el pez grande no tuvo tiempo de reaccionar, pero enseguida se recuperó. Y ya se disponía a buscar al pulpo y al pez para zampárselos, cuando notó un picor terrible en las agallas, primero, luego en las aletas, y finalmente en el resto del cuerpo: y resultó que era un pez artista que adoraba los colores, y la oscura tinta del pulpo ¡¡le dió una alergia terrible!!

Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se fue, todos lo peces acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. 

Entonces el pececillo les contó que él había

El monstruo hechizado para siempre


Había una vez un niño que se portaba tan mal, que el hada del reino se le apareció para castigarle. Lo hechizó y lo convirtió en un monstruo, de manera que sólo podría dejar de serlo si asustaba terriblemente a alguien. 

Al principio pensó que sería fácil, pero pronto se dio cuenta de que los niños de su entorno eran muy difíciles de asustar.

Pasó mucho tiempo y se fue desanimando, así que decidió buscar una presa fácil: un chico con fama de buenazo. 

Para no fallar, lo estudió durante algún tiempo, siguiéndole allá donde iba, y viendo de paso todas las buenas obras que hacía: daba limosna, jugaba con los niños del hospital, ayudaba a los ancianos... 

Finalmente, un día tuvo a tiro el mejor susto del mundo, aquel que podría liberarle para siempre y dejar tieso al niño bueno. 

Pero cuando fue a asustarle, vinieron a su mente las imágenes de aquellos a quienes el niño bueno ayudaba, y decidió perdonarle, porque comprendió que la labor de aquel muchacho no tenía precio él sería culpable de todo lo malo que les pasara a todos los que ayudaba. Justo en ese instante se apareción el hada, que premió su acitud devolviéndole su aspecto.

Y aquel niño, antes tan malvado, se convirtió en un niño ejemplar y bondadoso, muy amigo de aquel niño bueno a quien estuvo a punto de matar del susto

La pócima y el viento


Es noche cerrada en el bosque. El viento sacude las hojas de los árboles, como queriendo extraer su esencia para llevarla lejos, y unirla a su gran colección de sonidos, tomados cada uno de un lugar distinto. 

Hoy el viento viene cargado de enfados, de rabias, de lloros, de insultos, de amenazas. "Nada de provecho", piensa el brujo, justo antes de que el viento traiga a sus dominios una risa; es una risa simple, con ganas de existir, y el brujo, rápido, la atrapa sin dudar.

"Ya está", dice satisfecho. Su mayor secreto, su conjuro más potente, su pócima más valiosa, está por fin completa. Como siempre, ayudará a quien la reciba a superar mil adversidades, dando al viejo aún más fama en la comarca, si es que se puede ser más famoso. 

Y como siempre, también, se preguntarán qué oscuras artes habrá utilizado para tan poderosa poción.

Pero el mago no revelará su secreto ¿cómo decir que son sólo 3 sonrisas y buen humor bien tierno, y que con eso basta para hacer frente a todos los males? nadie le creería, así que no perderá el tiempo con explicaciones, y volverá a viajar al bosque, de noche, a esa zona junto al roble, donde el viento trae de cuando en cuando alguna sonrisa fresca.
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