Hace muchos años, cuando en la tierra aún vivían los grandes gigantes, existió uno especialmente temible y poderoso. Pero a diferencia de otros gigantes, Esfuerzo no se dedicaba a devorar personas o provocar desastres: su única misión era defender la entrada al Palacio de las Lágrimas del Viento, un lugar mágico y maravilloso lleno de riquezas increíbles.
Muchos eran quienes deseaban conseguir las maravillas del palacio, pero para hacerlo había que vencer irremediablemente al temible Esfuerzo. Y en la lucha era invencible. Cuando alguien se paraba frente al gran jardín del palacio, cargando sus mejores armas, buscando con la mirada al gigante, y preparando su estrategia, el gigante parecía grande, aunque tampoco demasiado.
Pero desde ese mismo momento, sin embargo, Esfuerzo comenzaba a crecer y crecer, a hacerse más y más rápido, más y más listo, más y más feroz, y sólo era cuestión de tiempo que acabara aplastando a sus rivales, por muchos escudos y armaduras que llevaran.
Incluso los más sabios e inteligentes habían fracasado estrepitosamente. Por mucho que cuidaran sus tácticas y prepararan sus ataques, el siempre creciente Esfuerzo los machacaba sin piedad.
Pero eso fue antes de Juan. Juan era un chico normal, y ni siquiera muy listo. Desde que había oído que en el Palacio de las Lágrimas del Viento encontraría la Fuente del Éxito y la Inteligencia, que los proporcionaba en abundancia a quien bebiera de ella, tenía clarísimo que lucharía contra el gigante.
Así, pensando que no sería capaz de preparar una batalla basada en la astucia, ni de inventar la mejor de las estrategias, llegó ante el palacio, y antes de que el gigante estuviera a la vista, se lanzó hacia adelante atravesando los jardines a toda velocidad y llamando a gritos:
- ¡Esfuerzo! ¡Esfuerzo! ¡Dónde estás que te voy a machacar!
- ¡Choff!
¡Vaya! ¡Qué casualidad! En mitad de la batalla más importante de su vida acababa de pisar una caca...
Pero cuando al ir a limpiarse se fijó mejor, el joven se dio cuenta de que no era eso, y que lo que había pisado parecía más bien un bicho. Y mirando un poco más, descubrió que tenía el mismo aspecto que el gigante, pero con un tamaño diminuto.
Durante un buen rato estuvo esperando a Esfuerzo, pero este no apareció. Era imposible que no hubiera oido sus gritos al llegar, así que Juan comprendió lo ocurrido ¡Había sido el primero en derrotar al gigante! ¡Lo había aplastado, sin más, como a un gusano! Orgulloso y satisfecho por su hazaña, entró al palacio.
Tal y como le dijeron, en aquel lugar encontró el
éxito, la inteligencia, y muchas cosas más. Y conoció a la Reina de los Vientos, quien le contó que ella misma había creado a Esfuerzo como un ser pequeño y débil que se hacía grande y fuerte con el miedo y el tiempo de sus rivales al contemplarlo, y que el secreto para poder regresar a su palacio cuando quisiera, sería no dar ni un segundo a Esfuerzo para hacerse grande.Y aún hoy Esfuerzo sigue protegiendo la mayoría de las cosas buenas. Pero basta con no dejarle crecer ni un segundo, y ponerse a luchar contra él de inmediato para vencerle.