El día estaba húmedo y Barry se sentía afligido. Sonó el timbre y todos los niños salieron al patio de la escuela. Barry observó que dos muchachos daban vueltas por la puerta. Se dirigieron hacia él y lo empujaron.
"Mira, es Barry Robinson", dijeron.
"Danos tu dinero o te golpeamos".
Barry les entregó el dinero de la comida.,
"Ahh, mírenlo al pequeño Barry", dijo Scott Dixon el grandote. "¿Cómo está tu abuelita?" y todos los chicos se rieron.
"Dejen en paz a mi abuelita", dijo Barry.
"Tu abuela nada puede hacer", dijo Scott Dixon. "Todos lo saben".
"Sí que puede", dijo Barry.
En ese momento observaron que una persona pequeña se acercaba a las rejas de la escuela. Estaba vestida de negro y llevaba un paraguas. Era muy pequeña. La persona alzó la vista y los muchachos reconocieron a la abuela de Barry. Ingresó al patio de la escuela y miró a Scott Dixon y a su amigo Lee.
"Los he estado obervando", les dijo.
Lo levantó a Scott Dixon y lo arrojó por el aire. Vólo veinte metros y chocó ruidosamente contra el muro de la escuela.
"¡Eso le dará una buena lección!", dijo la abuela. "Ven Barry, vamos a casa". Barry sonrió y el resto de los chicos se quedaron mirando estupefactos. "¡La abuela de Barry puede hacer cualquier cosa!", dijeron.
Al día siguiente la abuela y Barry fueron de compras. Tomaron el autobús a la ciudad y fueron al mercado. Luego esperaron en la parada por el autobús de regreso a casa.
De pronto escucharon un ruido. Había un negocio al otro lado de la calle – una joyería con relojes y anillos de oro. Sonó una alarma y la vidriera se destrozó. La abuela y Barry cruzaron la calle. Observaron que dos hombres con armas de fuego se llevaban todos los objetos de gran valor.
La abuela entró al negocio con su paraguas. Los dos hombres la vieron y se echaron a reir. "Miren a esta amorosa vieja", dijeron. Entonces la abuela le aplicó un golpe de karate a uno de los hombres. Cayó al piso. Golpéo al segundo hombre con su paraguas y cayó al piso también. Tres minutos después llegó un patrullero. Se llevó presos a los dos hombres.
"Gracias, abuela", exclamó el agente de policía.
Barry y la abuela se fueron a su casa. A las seis de la tarde vieron el noticiero por televisión. La noticia era espantosa. Un enorme edificio de Londres se estaba incendiando. Vieron como la gente daba alaridos y gritaba, "¡Socorro! ¡Sálvennos!".
"¡Vamos Barry!", dijo la abuela. Los dos salieron al jardín y la abuela abrió el paraguas. Lo sujetó a Barry por su mano y se elevaron por el aire. ¡Estaban volando!
Volaron velozmente por un largo trecho. Se cruzaron con un avión y la abuela saludó al piloto. ¡Se quedó sumamente asombrado!
Llegaron a Londres donde estaba el edificio en llamas. Era muy elevado y la gente se encontraba en las ventanas.
"¡Auxilio, auxilio!", gritaban.
La abuela dejó a Barry y salió volando hacia la cima del edificio con su paraguas. De uno en uno ella salvó a toda la gente.
Los bomberos exclamaron, "Gracias, abuela", y la abuela sonrió.
"¡Vamos Barry!", dijo ella. "Vamos a casa a tomar el té".
El lunes por la mañana la abuela recibió una carta de la Reina. Esta decía: "Gracias, abuela", y se adjuntaba una medalla.
En la escuela todos lo observaban a Barry.
"Miren, ése es Barry Robinson – su abuela puede hacer cualquier cosa!".
Pero Barry sólo sonreía.