Cuento real del Día de las Madres


....Cuando era niño, la vida me llevó a la provincia del Carchi, y ahí me regaló a una viejita que me acurrucó como su hijo, como que si me hubiera parido.

Recuerdo en mis años de primaria, la maestra nos enseñaba a construir tarjetas para el día de la Madre en la clase de trabajos manuales, en mi caso siempre las hacía en pares, una para mi mamá de Puerto Rico y otra para mi abuelita.

Con cartulina y fideos, pega, anilina de colores y marcadores, las tarjeticas iban tomando forma, eran mas feas que las de los demás, porque yo trabajaba doble, me atrasaba las indicaciones, se me despegaban los fideos, se chorreaba la anilina, a mas de eso, se me manchaban con lágrimas que nadie veía, agachadito, calladito, cortaba la silueta, y entre suspiro y suspiro, las lágrimas se goteaban por las mejillas, unas iban a dar en medio de las chuecas letras del poema.

La señorita Carmelina Padilla, mi maestra, se paró tras mio, y levantándose los anteojos se secaba las lágrimas, había visto las tarjetas mas lindas de la clase, aunque chuecas, mal pegadas y embarradas en llanto, para ella eran las más hermosas, las tarjetas que tenían algo que las demás no, las tarjetas que expresaban las que las demás no, y no por quitarles el mérito a los demás, pero ella nos dijo a todos en la clase, que las tarjetas de un niño eran las más lindas, porque estaban hechas con la esperanza, con el amor, con la alegría y con la pena, y que no importaba si las tarjetas lucían bonitas o feas,o lisas o arrugadas, o pintadas a lo más que nunca, que a todos nos iba a poner 20, porque esas tarjetas llevaban todo lo que una Madre quiere en su día.

Nos hizo que todos hagamos una tarjeta más para la virgencita, pero que esa nos la lleváramos a la casa, entendí que lo hizo por mi, para que no me sintiera el único haciendo dos tarjetas, una para mi mamá de Puerto Rico y otra para mi abuelita...y así las firmé: Tu hijo, Tu Nieto...Manny.
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