Había un país en que una trompeta mágica, cuyas notas resonaban por todas partes, aseguraban felicidad y alegría para todos. Pero un día, la trompeta desapareció y todo se sumió en la tristeza.
Nadie hizo nada, salvo una niña que marchó decidida en busca de la Trompeta. Preguntó por todas partes, hasta que alguien le llevó a conocer al sabio de las montañas.
Este le contó que la Trompeta estaba en el Pozo de las Sombras, y le dio un violín que debía serle útil. Cuando llegó al Pozo, encontró junto al mismo algunos músicos, tocando melancólicas melodías, y se unió a tocar con ellos. Pero al oír aquella música tristona, se dio cuenta que nadie, y menos la Trompeta, querría salir del pozo con aquel ambiente.
Así que comenzó a tocar la música más alegre que pudo, sin descanso, hasta animar a los músicos, y todos juntos alegraron tanto el lugar que la misma Trompeta salió del Pozo más animada que nunca, llevando de nuevo la alegría a todo el país.
Allí, la niña comprendió el valor de regalar Alegría como mejor remedio para todos los que están tristes. Y desde entonces, en aquel país, todo el que ve a alguien triste, le dedica la mejor de sus sonrisas con un poco de música.